En un escenario mundial marcado por la crisis climática y la urgencia de repensar nuestras formas de producir alimentos, la agricultura sostenible se ha convertido en un desafío ineludible. Bajo esa premisa, el doctor en Ecología y Biología Evolutiva y académico de la Escuela de Agronomía, Juan Luis Celis, ha hecho del “pensar la agricultura desde la ecología” el eje central de su labor.
Con una trayectoria y un equipo integrado por investigadores y alumnos de pre y postgrado, combina investigación y compromiso con la biodiversidad, acumulando más de 80 publicaciones científicas, capítulos y libros editados, además de liderar y colaborar en proyectos con financiamiento nacional e internacional, con interés en la conservación de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos en paisajes antrópicos.
Su investigación le ha llevado a comprender los impactos de la expansión agrícola, reconocida como uno de los principales factores de la pérdida de biodiversidad a nivel global. Frente a este escenario, Celis plantea un cambio de paradigma. “Tenemos que avanzar en transformar la agricultura de ser el problema a convertirse en la solución. La agricultura tiene un potencial enorme para ser un motor de conservación”, señaló, especialmente en el contexto de la tríada que define la crisis actual: pérdida de biodiversidad, cambio climático y contaminación.
“Lo que hago es vincular y aplicar la ecología en paisajes o ecosistemas dominados por nosotros”, explica el profesor que lidera el Proyecto Anillo “Ecological intensification: Integrating knowledge of ecosystem services to promote sustainable agriculture in Chile”, a través del cual busca generar prácticas más sostenibles que permitan producir alimentos sin seguir degradando los ecosistemas.
Estas prácticas se llevarían a cabo a través de la “intensificación ecológica”, que consiste en intensificar la ecología en las prácticas agrícolas de nuestro territorio. “Hemos aprendido, y así lo dice la evidencia, que en ecosistemas donde hay mayor diversidad, mejor estado de salud, los sistemas productivos son mejores”, sostuvo el investigador.
Considerando lo anterior es que hoy proyecta su trabajo en un aspecto clave de la biodiversidad, como es la polinización. “Hemos documentado el rol y el aporte que tienen los insectos silvestres en la polinización, comprendiendo que las abejas son importantes, pero no son las responsables ni las más eficientes para la producción agrícola”, explicó.
“Hemos demostrado que los insectos silvestres y las áreas naturales asociadas a los sistemas agrícolas tienen un rol clave en la polinización y producción de cultivos frutales fundamentalmente”, añadió el docente, quien se encuentra desarrollando su investigación FONDECYT: “El efecto combinado de la intensificación del uso del suelo y la densidad de Apis mellifera sobre la diversidad y funcionalidad de las interacciones planta-polinizador en la provisión de servicios de polinización de cultivos”.
Esta investigación no solo busca definir el número óptimo de colmenas para proteger a los polinizadores silvestres, sino también abrirse a estudios transdisciplinarios con arquitectos para el diseño de predios agrícolas y ciudades más amigables con la naturaleza. Un esfuerzo que confirma que la agricultura puede convertirse en una aliada de la conservación y en la base de sistemas productivos resilientes frente a los desafíos actuales.
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