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Identidad Católica de la PUCV

Carta Pastoral del Centenario de la primera piedra de la Casa Central PUCV: 1925-2025

    A la querida comunidad universitaria de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

    Hace 100 años, el 21 de septiembre de 1925, Monseñor Eduardo Gimpert Paul bendecía la primera piedra del edificio de la Casa Central de nuestra Universidad. Ese gesto fundacional - realizado “mirando al mar y en dirección al cielo” - selló simbólicamente la vocación espiritual,  cultural y social de esta casa de estudios. En una ceremonia profundamente eclesial nacía un proyecto universitario animado por la fe y comprometido con el bien común.

    Hoy, como Obispo de Valparaíso y Gran Canciller de esta Universidad, deseo compartir con ustedes una palabra de gratitud, memoria y esperanza. Esta conmemoración centenaria es una oportunidad providencial para redescubrir los orígenes,  cuidar nuestra identidad y proyectar con valentía la misión que nos convoca.

    También deseo recordar con gratitud que esta identidad católica no solo se manifiesta en la Universidad misma, sino también en las instituciones hermanas que forman parte de su proyecto educativo integral: el Centro de Formación Técnica CFT-PUCV y el Colegio Rubén Castro, herederos del mismo espíritu fundacional y comprometidos con una formación de calidad inspirada en el Evangelio.

    1.-  Una Universidad nacida del corazón de la Iglesia

    La Constitución apostólica Ex Corde Ecclesiae - inspiración permanente para las universidades católicas -  nos recuerda que “nacida del corazón de la Iglesia, la Universidad Católica se ha revelado como un centro incomparable de creatividad y de irradiación del saber para el bien de la humanidad” (ECE,1). Esa identidad es un privilegio vital que anima nuestra vocación académica, comunitaria y evangelizadora.

    La Universidad Católica no existe por sí misma.  Su existencia está orientada a servir a la persona humana y a la sociedad desde la luz del Evangelio.  Por eso, su misión consiste en conservar y comunicar la Verdad (cf. ECE, 30), uniendo de modo armónico la fe y la razón, el conocimiento y el sentido, el saber técnico y la sabiduría evangélica.

    Esta identidad católica es también una invitación abierta a todas y todos.  En nombre de la Iglesia, animo a quienes forman parte de la comunidad universitaria - sean o no creyentes - a sumarse con libertad y responsabilidad a los principios que inspiran nuestra Universidad. Todos pueden participar de su misión: investigar con rigor, enseñar compasión, estudiar con esmero, construir comunidad con espíritu de servicio y promover la dignidad de cada persona.

    2.- Rasgos históricos de una identidad viva

    La identidad católica de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (en adelante: PUCV) es un don,  una dimensión constitutiva que implica una responsabilidad y una misión.  Esta identidad se articula teológicamente en tres pilares inseparables: la confesión de fe (Credo), la celebración de los sacramentos como fuente de vida y gracia y la comunión con el Papa como signo de unidad eclesial. A lo largo de su historia, la Universidad ha encarnado estos pilares en su vida espiritual, su enseñanza, su vínculo con la Iglesia y su cultura universitaria. En este centenario,  es necesario redescubrir estos fundamentos a la luz de la memoria institucional. Por ello, quisiera recordar algunos rasgos históricos que dan forma concreta a esa identidad viva: 

    • Origen en la Iglesia local. La PUCV nació del impulso evangelizador de la Iglesia en Valparaíso. Fue fundada en 1928 como la primera gran obra de la joven diócesis porteña, erigida en 1925. Su origen está profundamente vinculado a la acción del presbítero Rubén Castro Rojas y a la generosidad de la familia Brown. Su carácter católico no se limita a un título, sino que está tejido desde el inicio en su vocación fundacional: ser un instrumento de evangelización y promoción humana a través de la educación superior. En efecto, la vida universitaria comenzó con un marcado sello católico. Así lo establece el acta fundacional,  al señalar que “la educación que se dé en este establecimiento guarde estricta conformidad con las enseñanzas de la Iglesia Católica Apostólica y Romana”.  El matrimonio de Rafael Ariztía y Teresa Brown fue providencialmente el camino misterioso de Dios para dar a Valparaíso una Universidad Católica, y su compromiso-junto a Ruben Castro- fue expresión concreta de su fe vivida. 

    En aquel contexto, las señoras Brown de Ariztía y Brown de Brunet, “en recuerdo de su señora madre doña Isabel Caces y a fín de cumplir los deseos que ella le manifestó,  han resuelto fundar y mantener a su costa en la ciudad de Valparaíso, un establecimiento de enseñanza superior (…) que tendrá por objeto formar técnica y moralmente a los jóvenes en la carrera de la industria o de las ciencias o de las artes o del comercio o de las profesiones liberales y quieren que esta fundación forme parte integrante de la Universidad Católica”. En aquellos años fundacionales, la atmósfera espiritual era intensa:  la vida académica giraba en torno a la capilla, los sacerdotes tenían presencia habitual y las clases comenzaban con un Padrenuestro y el respeto mutuo.

    • Comprometida con el bien común. La Universidad fue una respuesta concreta a la llamada de la Iglesia frente a la “cuestión social" que afectaba a trabajadores y familias. Surgió como un instituto técnico orientado a formar obreros y profesionales para una ciudad industrial, contribuyendo así a la dignificación del trabajo y al desarrollo integral de la región. Desde entonces, el bien común ha sido el horizonte de su proyecto educativo.

    • Inspiración magisterial. La PUCV ha mantenido una fidelidad activa a las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia. Su nacimiento fue impulsado por los principios de la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII y a lo largo del tiempo ha sabido acoger la riqueza del Concilio Vaticano II, el magisterio latinoamericano y las llamadas contemporáneas del Papa Francisco, como el Pacto Educativo Global. En esta misma línea el Papa León XIV, frente a la nueva Revolución Industrial que representa la transformación digital, nos interpela a no dejar de lado la inteligencia humana, recordándonos  que toda innovación debe estar al servicio del bien común, la dignidad de la persona y el cuidado de nuestra casa común.  En cada etapa de su historia, nuestra Universidad muestra un diálogo fecundo con el pensamiento social de la Iglesia.

    • Centralidad de la vida espiritual.  La dimensión trascendente ha sido una constante desde sus orígenes.  Las celebraciones litúrgicas, las bendiciones, las eucaristías, las fiestas patronales y la presencia visible de la capilla del Sagrado Corazón de Jesús en Casa Central han sido signos permanentes de la vida espiritual en el quehacer universitario.  Esta espiritualidad encarnada expresa una antropología cristiana que pone a la persona en el centro. Esta vida espiritual también se cultiva en las otras capillas presentes en las distintas sedes universitarias,  así como en los barrios pastorales que articulan la acción evangelizadora y comunitaria de la Universidad en el territorio.

    • Búsqueda desinteresada de la verdad desde la fe. En la década de 1950,  la Universidad dio un giro académico al ampliar su horizonte formativo desde lo técnico a lo humanista y científico,  integrando diversas disciplinas. Con la llegada de la Compañía de Jesús a su conducción, se fortaleció el equilibrio entre el saber científico y las humanidades,  proponiendo una formación integral inspirada en la fe, capaz de responder a los desafíos de una sociedad en transformación. 

    • Vínculo jurídico con la Santa Sede. Desde 1961, la Santa Sede reconoció oficialmente el carácter católico de la PUCV, otorgándole los derechos y privilegios propios de una Universidad Católica y confiando su supervisión al Obispo de Valparaíso como Gran Canciller. Este vínculo canónico confirma y proyecta su misión en comunión con la Iglesia universal, asegurando su fidelidad eclesial y autonomía académica. En el año 2003, con ocasión de los 75 años de la PUCV, en un acto de especial distinción y confianza, la Santa Sede le concedió el título de “Pontificia”, bajo el pontificado de san Juan Pablo II, convirtiéndola en la segunda universidad chilena en recibir dicho reconocimiento. Este título expresa una particular cercanía con el Papa y con la misión evangelizadora de la Iglesia, así como una responsabilidad institucional más profunda en el diálogo entre fe y cultura, educación y misión eclesial. 


    • Formación teológica al servicio de la Iglesia y la Universidad. La reflexión teológica ha tenido un lugar relevante en la historia institucional.  Desde el Instituto de Teología en 1969,  el Instituto de Ciencias Religiosas, hasta la actual Facultad Eclesiástica de Teología - Instituto de Estudios Religiosos - , erigida canónicamente en 2012, la PUCV ha contribuido al discernimiento eclesial, a la formación del clero diocesano y religioso, del laicado y al diálogo entre fe y cultura.  Esta dimensión teológica es parte esencial de su identidad católica y de su servicio a la comunidad eclesial. 

    • Hospitalidad católica. Ser católica ha significado también ser abierta. La PUCV ha cultivado una identidad inclusiva, capaz de acoger pluralidades y tensiones creativas. Ha sido un espacio donde lo poético, lo alternativo y lo tradicional han podido convivir armónicamente, en una fecunda tensión entre innovación y fidelidad. Así, el ethos universitario católico ha sabido albergar lo diverso sin perder el horizonte común.  

    • Presencia pastoral viva. La vida de fe en comunidad ha estado siempre presente, desde los primeros grupos de estudiantes obreros y docentes católicos - como los socios del Sagrado Corazón o la Juventud Católica - hasta la creación del Servicio de Asistencia Religiosa y, más recientemente, de la Pastoral PUCV. La pastoral universitaria no es un accesorio de catolicidad, sino una expresión orgánica de la misión formativa y evangelizadora de la Universidad.


    • En salida hacia las periferias. La elección de su emplazamiento en el barrio Almendral - en un barrio popular, diverso y muchas veces olvidado- habla del deseo de estar cerca de los más vulnerables. Inspirada en el mandato evangélico, la Universidad ha sido desde el inicio una luz de esperanza para quienes vivían en los márgenes. Esta opción preferencial por las periferias ha marcado su expansión territorial, sus programas de inclusión y su compromiso social.

    3.- Conocer, custodiar y transmitir la identidad católica: tarea de todos. 

    Querida comunidad universitaria: este centenario nos interpela profundamente. Es momento de asumir con renovado entusiasmo tres tareas fundamentales que no son exclusivas de creyentes ni de especialistas, sino una invitación amplia, generosa y comunitaria para cada uno de quienes formamos parte de la PUCV. 

    Reflexionar sobre la identidad católica hoy significa también pensarla desde las claves del mundo global: plural, intergeneracional, marcado por nuevos lenguajes y desafíos. En ese sentido, una Universidad Católica, nacida del corazón de la Iglesia, no se encierra en un centro uniforme, sino que se despliega como un poliedro: una comunidad de saberes, rostros y vocaciones diversas, que se enriquecen mutuamente. 

    En este modelo, inspirado por el Papa Francisco, la verdad se busca en el encuentro, el testimonio y el diálogo entre disciplinas , generaciones y culturas. Esta misión no recae únicamente sobre quienes profesan explícitamente la fe católica. todos quienes integran esta comunidad - ya sean académicos, administrativos, profesionales o técnicos - están llamados a respetar y sumarse activamente a los principios y valores de la Noticia Universidad Católica de Valparaíso, contribuyendo con su trabajo cotidiano a su identidad, misión y vocación de servicio. El compromiso con el bien común, la dignidad de la persona humana,  la búsqueda de la verdad y la apertura al diálogo deben ser asumidos como criterios compartidos que dan sentido a nuestra vida institucional.  En este espíritu,  propongo asumir con renovado entusiasmo tres tareas fundamentales:

    Conocer la identidad católica de la Universidad

    Para valorar lo que somos, necesitamos conocerlo en profundidad.  Los documentos fundantes, la historia institucional, el Magisterio eclesial y especialmente Ex Corde Ecclesiae, nos ayudan a entender que la identidad católica no es imposición, sino alma, vocación y don. Todos estamos llamados a participar en ese  conocimiento y a aportar desde nuestra disciplinas y trayectorias.

    Custodiar esa identidad como un bien común

    La identidad católica es una responsabilidad comunitaria. Custodiarla implica asegurar que cada acción -  sea académica, estudiantil, administrativa, formativa o pastoral - esté animada por el espíritu de servicio, la búsqueda de la verdad, el respeto a la dignidad humana, el diálogo fecundo con la cultura y la apertura a los desafíos del presente.

    Transmitirla con creatividad y testimonio

    La tradición de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso nos dice que es necesario compartir. El testimonio es más elocuente que cualquier discurso.  Transmitir la identidad de la PUCV significa formar generaciones capaces de encarnar los valores evangélicos en la vida profesional, social y eclesial; abrir caminos nuevos desde el evangelio para los problemas urgentes de nuestra época.

    4.- Piedras vivas para un futuro esperanzador

    El centenario de la primera piedra nos recuerda que todos somos llamados a ser piedras vivas (cf.1 Pe 2,5), En la construcción de una universidad que es casa común, comunidad viva y lugar de encuentro. El edificio visible de nuestra Casa Central representa el alma invisible de esta obra: fe, servicio, inteligencia y amor por la verdad.

    Invito a toda la comunidad -  académicos, estudiantes,  funcionarios,  autoridades,  alumni,  amigos -  a vivir estas celebraciones fundacionales como un tiempo de gracia y de renovación institucional. Que el Señor bendiga cada vocación Universitaria y fortalezca el compromiso con la identidad católica de esta querida universidad. Que el Espíritu Santo nos conduzca a una mayor fidelidad creativa al Evangelio.  Que María, la Stella Maris, nos enseñe a meditar en el corazón y actuar con prontitud.

    Con afecto pastoral,

     Jorge Patricio Vega Velasco, SVD

     Obispo de Valparaíso

     Gran Canciller

     Pontificia Universidad Católica de Valparaíso