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Conciliar la vida académica y social: cuando tu hobby es la familia

Entre los viajes a la universidad, las clases nocturnas, el doctorado a distancia y los partidos ocasionales, Patricio ha aprendido a valorar cada pausa. “Hay que encontrar el tiempo para disfrutar”, reflexiona. “A veces uno se enreda con la carga académica, pero al final, lo más importante sigue siendo la familia”.

27/10/2025

Patricio Videla vive con el reloj en modo Jumbo. Llega a la universidad cuando abren el estacionamiento y se va justo antes de que lo cierren. Entre clases, investigaciones y su doctorado en Educación en la Universidad de Almería (España), su semana parece una maratón sin pausas. Aun así, hay algo que no transa: los fines de semana son sagrados para su familia.

“Me consume harto tiempo el trabajo”, reconoce. “Pero los sábados y domingos los dedico cien por ciento a mi familia. Si hago algo del doctorado, será el domingo en la noche, tipo ocho, cuando ya todos están descansando”.

Una agenda cronometrada

Como jefe de docencia del Instituto de Estadística PUCV, además de profesor en el Magíster y en el Diplomado, Patricio lleva una agenda apretada. Su jornada comienza en la mañana y el grueso de clases comienzan en la tarde, terminando a veces pasadas las nueve de la noche. Pese a ello, ha aprendido a equilibrar los tiempos, priorizando el descanso y las actividades al aire libre los fines de semana.

“Tenemos todo bien distribuido”, explica. “El sábado en la mañana llevamos a mi hijo menor a sus actividades, luego almorzamos afuera, caminamos, vamos a la playa. A veces terminamos el día tomando café en Viña y caminando por Las Salinas”. Esas cosas simples son las que lo recargan de energía.

Patricio es padre de dos hijos: uno de 20 años, estudiante de la PUCV, y otro de 7, con quien disfruta especialmente del fútbol y las escapadas al aire libre. “Los niños son incansables, así que hay que seguirles el ritmo”, dice entre risas.

Iba para profesional, pero se lesionó la rodilla

Antes del estallido social, el fútbol era su pasatiempo fijo. “Jugaba sagradamente todas las semanas”, recuerda. Una lesión en la rodilla, la clásica para el futbolista amateur, lo obligó a pausar esa rutina, aunque no le impide llevar una vida activa. “Para jugar fútbol tendría que operarme, pero ni siquiera la operación me garantiza volver al cien por ciento”, cuenta.

Aun así, este año decidió volver a las canchas —con precaución— junto a los apoderados del curso de su hijo menor. “Jugamos los viernes en la noche. A veces no puedo ir por la rodilla, pero trato de estar. Es mi hobby, mi espacio, lo disfruto mucho”.

El fútbol, más que una competencia, se ha transformado en un punto de encuentro y desconexión. “Es mi momento de despejarme, de compartir y reírme un rato. Y cuando no puedo jugar, igual voy a mirar, a conversar. Es parte de la rutina”.

La pasión la trasladó también a su hijo menor, quien entrena todos los sábados. “Verlo jugar a él igual a mí me motiva mucho. Todavía los partidos de los niños son súper desordenados, todos corren para un lado, para otro, pero ya verlo, que le ponga talento, me emociona”.

En busca del equilibrio

Entre los viajes a la universidad, las clases nocturnas, el doctorado a distancia y los partidos ocasionales, Patricio ha aprendido a valorar cada pausa. “Hay que encontrar el tiempo para disfrutar”, reflexiona. “A veces uno se enreda con la carga académica, pero al final, lo más importante sigue siendo la familia”.

Y aunque su semana sea un sprint académico, los fines de semana son otra historia: cafés en Viña, caminatas por la playa y partidos con los amigos del curso de su hijo. Porque, en el fondo, el secreto está en eso: hacer de la familia el mejor hobby.

Facultad de Ciencias PUCV