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Columna de opinión: "El verdadero regalo de la Navidad es el Niño Jesús"

Compartimos reflexiones de Fr. Cristian Eichin OFM, Vice Gran Canciller PUCV y académico de nuestra Facultad, publicadas en El Mercurio de Valparaíso.

26.12.22

Al  finalizar este año 2022, creo que es necesario tomarse unos minutos para detenerse, desconectarse de los teléfonos móviles que han marcado nuestras formas de relacionarnos, para reconcentrarse sobre el verdadero sentido de la Navidad.

El nacimiento de Jesús no es un evento más en la historia, es el gran acontecimiento de la mayor humanidad, y por tanto, de mayor divinidad. Así y todo, esto se ha transformado en un "evento" compulsivo y autodestructivo: el consumir, comprar, autosatisfacerse de bienes, acciones que nos han llevado a desconectarnos del espíritu del Niño Dios. Por tanto, es urgente un cambio de actitud en estos días. Volver a la Navidad es recuperar un sentido que une las dimensiones de la vida y que nos concede la posibilidad del agradecimiento a Dios y a las personas por compartir. Es recuperar los ritos tan sencillos, humildes, solidarios y cargados del espíritu de quien nos trae la buena noticia.

Aún más, la Navidad nos invita a revertir precisamente el impulso destructivo y agresivo pospandémico y nos convoca para recomponer el tejido social que fue dañado por la gran crisis sanitaria que sigue impactando al mundo. Por eso es valioso recuperar el encuentro presencial entre las personas y las familias, compañeros de trabajo, vecinos, ciudadanos y políticos, fieles y pastores, a través de gestos y ritos que están cargados de una experiencia simbólica y trascendental.

La Navidad es la celebración del gran amor que Dios nos tiene y que se nos hace presente por medio de la fragilidad de un bebé, que es un símbolo de vulnerabilidad y pobreza, que apela al cuidado y a la responsabilidad de parte nuestra. Por cierto, la fragilidad se enaltece por ese gran regalo que Dios nos trae. La Navidad es la celebración de la humildad de un Dios que se hace niño y nos lleva a valorar nuevamente la sencillez como una actitud fundamental y necesaria. Lo que celebramos en la Navidad es el nacimiento de Jesús, un niño muy humilde, muy pobre, que nació como un bebé vulnerable, en un espacio que no es una zona de confort. Contemplemos, vinculémonos con la persona del niño. Así, esta celebración nos debe invitar a vivir lo mismo, destacar la austeridad como un valor y que los ritos son importantes como compartir juntos, celebrar la Eucaristia y otros, como ayudar a alguien que lo necesite, recuperar las amistades que hemos perdido. En el fondo, son un momento de humanidad y humanización.

¡Cuanta necesidad tenemos de reposar en la contemplación! ¡Qué importante es respetar la dimensión espiritual en la sociedad y en sus instituciones! La exclusión de la experiencia espiritual en la sociedad nos ha desconectado de un horizonte de vida, de sentido pleno, de la fraternidad que nos renueva. La espiritualidad de la Navidad, la del Niño Dios en el pesebre, nos renovará y sanará. Por supuesto, el nacimiento de Jesús en sí mismo ya es un regalo. Eso tenemos que descubrirlo y encontrarlo. Es un llamado a volver a Jesús, que siempre nos trae buenas noticias, mayor dignidad y hay que trabajar para mantener ese espíritu en la vida.