La celebración del Día del Sagrado Corazón de Jesús -Patrono de la Universidad- fue la instancia escogida para reconocer a un grupo de académicas y académicos destacados por su trayectoria docente. Uno de ellos, es el profesor Guillermo Martínez, ingeniero pesquero y magíster en gestión, cuyo vínculo con nuestra casa de estudios y la Escuela de Ciencias del Mar comenzó hace casi cinco décadas.
Creció en el Cerro San Roque de Valparaíso, y como buen porteño, es un apasionado por el mar, la lectura, la música y Santiago Wanderers. Estudió en la Escuela Pedro de Valdivia— actual colegio San Ignacio de Loyola—, y luego en el Colegio Rubén Castro, donde tuvo clases con destacados profesores de la PUCV.
Admirador de Jacques-Yves Cousteau, su fascinación por el mar lo llevó en 1975 a estudiar Ingeniería Pesquera en la PUCV, donde inició su camino como ayudante de cátedra y descubrió su vocación por la investigación en sistemas productivos de pesca y acuicultura.
Al concluir su carrera, se inició profesionalmente en la industria pesquera en la ciudad de Arica y en 1984, fue invitado a integrarse al cuerpo académico de la Universidad Católica del Norte, en Coquimbo, donde permaneció tres años. Allí inició su vida académica formal, experiencia que recuerda con gratitud.
Para él, formarse en la entonces Universidad Católica de Valparaíso tiene un sello que marcó su identidad profesional y personal: una impronta valórica que reconoció incluso a la distancia, al reencontrarse con estudiantes de su alma mater en otras regiones del país. “Un día estaba en la Biblioteca de la UCN cuando llegó un bus con varios jóvenes. Los miré y supe de inmediato que eran de la Católica de Valparaíso. Fue algo extraordinario, los identifiqué plenamente por su actitud, porque la Universidad te entrega una impronta identitaria. Al conversar con ellos, confirmé que compartíamos los mismos valores”, recuerda.
Y es que para el condecorado con el premio Fides et Labor, la huella del alumni PUCV se refleja en su forma de enfrentar la vida, tanto personal como profesional, en hacerlo con humildad, caridad cristiana y compromiso con el trabajo bien hecho: “siempre entregamos lo mejor de nosotros para hacer nuestra labor lo mejor posible”, señala.
Regreso al alma mater
Guillermo Martínez regresó a la PUCV tras ganar el concurso público para ocupar la plaza del profesor Nelson Salas, su ex mentor. Desde entonces ha desarrollado una vida dedicada a la academia en la Escuela de Ciencias del Mar, heredando de su guía, el Profesor Emérito Patricio Arana, la rigurosidad metodológica y la pasión por investigar.
En 1987 regresó a la PUCV tras ganar el concurso público para ocupar la plaza del profesor Nelson Salas, su ex mentor. Desde entonces ha desarrollado una extensa trayectoria en la Escuela de Ciencias del Mar, heredando de su guía, el Profesor Emérito Patricio Arana, la rigurosidad metodológica y la pasión por investigar. Con el paso de los años, comprendió que la academia va más allá de la investigación y la docencia, y que lo trascendental son las relaciones que se tejen al interactuar con los alumnos, colegas y el personal de apoyo a la academia. En ese contexto, comenta que “hay un factor humano que trasciende en todo lo que hacemos (…) También hay personas de los sectores público y productivos, en nuestro caso de la pesca artesanal, industrial y centros de cultivo, entonces hay mucha interacción. El manejo de esos vínculos y modular esas dinámicas ha sido bastante gratificante para mí”.
Hay dos personas que marcaron la vida a Guillermo Martínez dentro de la Universidad: don Gilberto González y don Raúl López (QEPD), auxiliares de la Escuela con quienes compartió una sincera amistad. En momentos difíciles, como cuando perdió a sus padres a muy temprana edad, encontró en ellos apoyo y sabios consejos: “llegaba muy temprano a la oficina y me encontraba con don Raúl. Siempre alegre, iluminaba el día a pesar de las dificultades que nos deparaba la vida”.
En sus más de 40 años de trayectoria, Martínez entregó algunos consejos a jóvenes académicos y académicas que comienzan su aventura en la Universidad. “Primero, está el aprendizaje permanente. Uno nunca termina de aprender y depende exclusivamente de nosotros. Segundo, está la humildad. Cuando uno es profesional joven peca de soberbia, especialmente con los colegas mayores, y la humildad abre todas las puertas. También está la pasión por nuestra labor, que nos mueve y nos impulsa. Y, por último, está la excelencia. Siempre hay que dar lo mejor de cada uno, hacer nuestra labor de la mejor forma posible, como si fuera para uno mismo”.
Por Guillermo Franchino
Dirección de Comunicación Estratégica