31.03.2020
El coronavirus ha traído una baja de actividad económica que ha significado menos emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global. Localmente, hemos visto como la demanda energética ha bajado, los tacos casi han desaparecido y el aire se ha limpiado. A nivel nacional, el MP2.5 observado de Arica a Puerto Montt ha disminuido en un promedio de 31% en comparación con años anteriores. La sustentabilidad requiere equilibrar lo ambiental, social y económico. El aumento de pobreza y desempleo que se avecina no es para celebrar, pero de esta tragedia podemos salir mejor parados en la lucha contra el cambio climático, si es que hacemos las cosas bien.
Este año se presentan las metas de cambio climático de los países ante la ONU. Es la primera vez que actualizamos nuestros compromisos luego de la COP21 y se espera que sean compatibles con la meta de 1.5 grados de calentamiento global que estableció el Acuerdo de Paris. Esto significa que el mundo tiene que sumar un compromiso de lograr cero emisiones netas hacia mediados de siglo. Chile, como presidente de la COP25, fue uno de los países en vías de desarrollo en comprometer tal nivel de reducción de emisiones, sumándose después muchos otros.
Lo interesante es que en los últimos años, la acción climática pasó a una inversión inteligente que permite a los países beneficiarse de mayor inversión y menores costos energéticos. Es así como el consenso político y técnico del país es que podemos hacer mucho más y adelantar la meta de 70% de energía renovable establecida en la Política de Energía del 2016. También hemos visto como la electromovilidad ha permitido reducir los costos operativos de los buses del Transantiago, los que son entre 50 a 70% inferiores a los diésel (Banco Mundial, 2020). Esto significa que un bus eléctrico que recorre 70.000 km por año ahorra casi 60.000 USD. En un contrato a cinco años, paga con creces su costo incremental y es la opción más económica de transporte público hoy en día. Pero es necesario financiar ese costo incremental en forma inteligente para hacerlo realidad, y así ocurre con otras tecnologías limpias que tienen mayor costo de inversión, pero menor costo de operación.
Ahí entra la oportunidad de reactivación económica con atributos verdes que debemos implementar a nivel global. Un green new deal, como propone la Comunidad Europea, en donde la inyección de recursos a la empresa privada sea a cambio de mejoras ambientales en los sectores. Ya lo logró Obama en su activación hace una década, en donde condicionó que los fabricantes de autos fueran rescatados a cambio de mejoras en eficiencia energética, y donde renovó el parque de viviendas por uno de menor consumo energético al financiar un potente paquete de subsidios de aislación térmica de viviendas.
En Chile, con ciudades del sur sofocándose por la leña y con planes de descontaminación desfinanciados, podemos inyectar recursos que activen las economías locales con pequeños proyectos de remodelación de viviendas, instalando sistemas de aislación que permitan que las casas consuman menos energía y contaminen menos. Es una fórmula probada que ha beneficiado a miles de personas, ha creado empresas y miles de empleos. Es una inversión y no un gasto permanente como los mal enfocados subsidios a la leña.
Si bien hemos visto los riesgos a la salud pública de una pandemia como ésta, hemos ignorado la pandemia silenciosa que cada año azota al mundo y al país, donde 3.640 personas mueren al año por contaminación atmosférica.
Adicionalmente, emitir deuda a cambio de invertir en atributos verdes ya ha probado ser una fórmula exitosa para el Ministerio de Hacienda, ya que los bonos verdes que ha financiado han sido a las tasas de interés más bajas que ha tenido el país en su historia. Existe una demanda tremenda para invertir en instrumentos de tal naturaleza y es el momento de hacerlo para iniciar con fuerza la descarbonización que hemos comprometido ante el mundo y a nuestros ciudadanos. Esto es lo que hay que hacer, desoyendo a empresas basadas en fósiles que pedirán rescates que solamente dilatarán su inevitable ocaso frente a la irrupción de las tecnologías limpias y la agenda climática. Es el momento que protejamos el presente pensando en el futuro. Porque si no es ahora, ¿entonces cuándo?
Dirección General de Vinculación con el Medio