25.02.2020
El sur de Chile, específicamente la Patagonia, es un lugar único en el planeta donde se conjugan distintas especies dotándolo de una riqueza inigualable. Montañas cubiertas de añosos bosques nativos y una gran cantidad de canales y fiordos que dan vida a un extenso mundo submarino, en los últimos años se ha visto perjudicado por los efectos del cambio climático, lo que amenaza con romper el equilibrio de los ecosistemas y afectar a distintas especies, entre ellas a corales, salmones, sardinas y medusas.
En 2015 se registró un extraño suceso cuando en una expedición liderada por la Dra. Vreni Häusermann, bióloga y directora del Centro Científico Huinay de la Fundación San Ignacio del Huinay, descubrió a 337 ballenas barbadas muertas en distintas playas de la Patagonia Central. Esto motivó a los científicos a realizar una serie de estudios con el objetivo de detectar las causas de la enorme mortandad de las ballenas, labor que fue posible utilizando una serie de imágenes satelitales.
“En el caso que haya otra mortalidad de este tipo es importante detectarlo temprano y enviar científicos para que tomen muestras. Cuando muere una ballena se necesita sacar muestras en pocos días. Si ha pasado mucho tiempo, se descomponen y uno ya no puede analizar las razones del deceso”, explica Häussermann, directora del Centro Científico Huinay, institución sin fines de lucro fundada por Enel y la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, que busca estudiar y preservar la biodiversidad de la Patagonia chilena.
El sur de Chile tiene un borde costero complejo y un clima hostil que dificulta realizar el modo tradicional de investigación para detectar estas mortalidades, lo que motivó al mundo científico a desarrollar un método más eficiente en costo y tiempo.
En octubre de 2019, la British Antartic Survey (BAS), entidad del Reino Unido que realiza estudios en la Antártica, informó a través de una publicación científica que existe una nueva técnica para abordar los eventos de mortandades de animales utilizando imágenes satelitales de alta resolución, lo que permite contar con información en tiempo real de futuros varamientos.
“Con las fotos satelitales uno puede estar al tanto de otros eventos similares. Esta especie de ballena se encuentra en la lista roja y es clasificada en peligro de extinción, así que es una preocupación mayor. En 2015 pedimos una imagen satelital y la evaluamos en forma manual. Ahora tenemos una oportunidad más grande al poder monitorear que pasará en los próximos años, especialmente con el fenómeno de El Niño, lo que abaratará costos de tener que ir en barco o avión, lo que es carísimo y representa un esfuerzo logístico mayor”, agrega la investigadora que ha trabajado en conjunto con la BAS para lograr avances en este tema y analizar la mortandad de estas especies.
UN EVENTO APOCALÍPTICO
En 2015, la Fundación San Ignacio del Huinay realizó una expedición en barco con el objetivo de hacer un inventario de la fauna de los invertebrados en la Patagonia Central, específicamente en el Golfo de Penas y en el Golfo Tres Montes.
“Nunca habíamos ido a esos lugares porque son de muy difícil acceso. Un día descubrimos unas ballenas muertas y nos causó extrañeza. Seguimos, vimos otra y otra y nos quedamos en la noche allá. Recorrimos la cercanía del fiordo y contamos 26 ballenas muertas en total, lo que no es normal”, explica Häussermann, quien recuerda que la expedición continuó unos 200 kilómetros más al sur, en las cercanías de Puerto Edén donde encontraron otros cuatro ejemplares muertos, lo que motivó a la experta a realizar un sobrevuelo por la zona para tener una visión más amplia.
“Fue totalmente apocalíptico, nos asustamos mucho. La verdad es que era muy irreal. En el Seno Escondido encontramos 80 ballenas muertas. Fue algo nunca antes visto en la historia. El lugar es muy aislado y esa es la razón de que nadie se haya dado cuenta de la muerte de estas ballenas. Normalmente si muere una ballena, dentro de uno o dos días hay alguien que lo descubre”, explica la científica.
EL IMPACTO DEL CAMBIO CLIMÁTICO
“Las ballenas barbadas son individualistas, cada una hace lo suyo sin preocuparse de las otras. Si se encuentra una cerca de la otra es porque hay mucha comida. No es típico que mueran en grupos grandes, así que esto fue algo inusual”, añade la investigadora, quien otorgó como principales causas de este evento a la marea roja y la presencia de algas tóxicas, las que cada vez son más intensas a raíz del cambio climático.
El aumento de la sequía y radiación elevada hacen que ingrese menos agua dulce a los fiordos, dejando agua salada superficial, lo que facilita la aparición de la marea roja, perjudicando a la fauna marina.
Para Häussermann, la conciencia medioambiental en el país está recién desarrollándose, pero aún hay muchos que culpan a terceros sin tomar responsabilidad en cuanto a la preservación y cuidado de nuestros mares.
“Necesitamos áreas marinas protegidas en todas las regiones del país y conservar los océanos para las futuras generaciones. Desde décadas sabemos del efecto negativo del cambio climático. Si habríamos empezado a actuar a tiempo habría sido más fácil enfrentarlo. Ahora hay que hacer esfuerzos mayores. Ésta es una situación inédita que requiere medidas sin precedentes. Todos tendremos que participar en este cambio”, concluye.
Por Juan Paulo Roldán
Dirección General de Vinculación con el Medio