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Homilía día inauguración Año Académico PUCV

"Una Universidad Católica como la nuestra escudriñará la verdad no sólo desde cualquier relato o teoría: tendrá siempre presente las Escrituras como aquella que dialoga con otros saberes. La Palabra de Dios contenida en la Biblia debe estar en el centro de la formación de los nuevos académicos, en la formación de los estudiantes y de los funcionarios", expresó el Vice Gran Canciller, padre Cristian Eichin.

Homilía día inauguración Año Académico PUCV

Jueves 13 de abril de 2023

Jueves de la Octava de Pascua

Fr. Cristian Eichin Molina, ofm

Vice Gran Canciller PUCV

Hermanos y hermanas, comunidad PUCV:

En esta Octava de Pascua cantamos una de las expresiones más bellas y jubilosas que caracterizan este tiempo de resurrección: es el “aleluya”. Expresión de júbilo ante un acontecimiento que ha tocado a fondo el corazón y la vida entera de la Iglesia desde los primeros tiempos. El sepulcro está vacío y Jesús no está. ¡Ha resucitado!

Ahora se ha ido apareciendo a sus discípulos en un lugar y en otro. Es una Buena Noticia saber que Jesús ha resucitado y que está en medio nuestro. Del evangelio de hoy según Lucas podemos resaltar cuatro puntos importantes que nos permitan como comunidad universitaria celebrar la Pascua de Jesús:

En primer lugar, el “saludo”: “La paz esté con ustedes”. Los discípulos estaban viviendo un proceso de confusión y de preguntas: nadie sabía qué había pasado. Tal vez sentimientos encontrados entre confusión, desilusión y frustración ante las expectativas. En medio de su incertidumbre aparece la palabra del Kyrios: es ofrecerles y regalarles la paz. Él no tenía costumbre de saludar, según narran los evangelios. En momentos tan duros para los discípulos, Jesús le regala una palabra que expresa lo propio como aquel que ha vencido la muerte y el dolor; es la misma paz que Jesús tenía durante toda su vida, pero en especial la de su pasión. Este saludo de paz resuena nuevamente en medio de nuestra PUCV.

Un saludo que se acoge con fuerza cuando vivimos tensiones nacionales, inseguridad ciudadana, incertidumbre económica, desastre medioambiental, incluso cuando experimentamos los mismos sentimientos que los discípulos al interior de nuestra comunidad académica.

En este año en que la PUCV celebra sus 95 años de existencia y 20 años de ser declarada pontificia, también el Resucitado nos saluda: “Paz a ustedes”. Aun así, ¿cómo enfrentamos las crisis que vivimos siempre?; ¿buscamos salidas con gestos de diálogo o preferimos vías no institucionales para expresar los temores y molestias? La paz del Resucitado nos hace caminar por sendas de luz y confianza.

Este deseo que también va dirigido a nosotros que vivimos en muchas oportunidades tensiones en nuestra Universidad. La palabra "paz" nos centra en el corazón mismo de la resurrección y abre nuevas posibilidades de entendernos. Es una fuente de alegría frente a la adversidad. Como decía Pablo VI: ¿Qué hay de mejor para un hombre consciente y honrado? La paz de la conciencia ¿no es el mejor consuelo que podamos encontrar?… La paz del corazón es la felicidad auténtica. Ayuda a ser fuerte en la adversidad, mantiene la nobleza y la libertad de la persona, incluso en las situaciones más graves, es la tabla de salvación, la esperanza… en los momentos en que la desesperación parece vencernos… Es el primer don del resucitado, el sacramento de un perdón que resucita”. (Pablo VI, Audiencia General 9 abril de 1975)

En segundo lugar, fijémonos en la reacción de los discípulos: estaban sorprendidos y atemorizados porque creían ver un fantasma. El temor los invadía porque aún no captaban a quién tenían delante. ¿Qué pasaría por sus corazones? ¿Qué hacer frente a lo desconocido? Su percepción los engañaba. Al igual que los discípulos, no estamos exentos de experimentar la extrañeza de quién es Jesús. En muchos espacios académicos su vida y mensaje son aún desconocidos y a veces marginados.

En lugar de la persona de Jesús instalamos otros mesías que están de moda, muy atrayentes. Pareciera que creemos aún en un fantasma que nos persigue y nos coarta. Ante esto invitamos a todos a no tener miedo del Resucitado y a cuidar nuestra Universidad en cuanto comunidad eclesial y discipular formada por Él. Por tanto, velar por la catolicidad de nuestra Universidad es un propósito que debemos cuidar ya que la hace ser un precioso regalo a la sociedad.

Luego, en tercer lugar, están las pruebas de la resurrección. Dice el evangelista: “Les mostró las manos y los pies” y “les abrió la inteligencia para que pudieran entender las Escrituras”. La invitación de Jesús a tocarlo es para despejar toda sospecha de que no era un fantasma. Y, es más, él es capaz de comer pescado. Pero no sólo avanzamos en el reconocimiento de su persona a través del contacto físico que se pueda dar, sino también en la disposición a comprenderlo en las Escrituras y en nuestras escrituras personales a la luz de Él. Las búsquedas de certezas, la pregunta metódica, que son propias en este ambiente universitario, han de ir muy de la mano con el ejercicio de la interpretación bíblica. Busquemos al Jesús de las Escrituras y que él sea el corazón y la alegría de nuestra vida universitaria. Él es nuestro maestro.

Una Universidad Católica como la nuestra escudriñará la verdad no sólo desde cualquier relato o teoría: tendrá siempre presente las Escrituras como aquella que dialoga con otros saberes. La Palabra de Dios contenida en la Biblia debe estar en el centro de la formación de los nuevos académicos, en la formación de los estudiantes y de los funcionarios. El valor de ella para entender al hombre y a la mujer es fundamental. Acerquémonos a la Sagrada Escritura, leámosla en comunidad, celebremos la Palabra en la acción litúrgica, pongámosla en vida.

Por último, Jesús da instrucciones a sus discípulos para que sean sus testigos: ir a Jerusalén ya que ellos son sus testigos. Del miedo y la turbación pasaron a la alegría y al asombro. La misión que estos discípulos tienen es contar una buena noticia desde una experiencia asombrosa, emotiva, envolvente, impactante. Así, la tristeza y el miedo siempre en Jesús se transforman en motivo de alegría. Somos una Universidad católica al servicio del Reino de Dios, con una vocación pública, en medio de la ciudad, las calles, los barrios, cerros y puerto. La palabra que pronunciamos es palabra de Iglesia. Invitamos a todos, en especial a los profesores, estudiantes y funcionarios católicos a no tener miedo de confesar su fe en el diálogo entre fe y razón, en la docencia, en la investigación y en la vinculación con el medio. Y a los que no profesan la fe católica, los acogemos fraternalmente y los invitamos a cuidar la identidad católica de nuestra Universidad como un gran patrimonio.

Que este aniversario sea una nueva oportunidad para renovar nuestra profesión de fe como expresión del amor a la Verdad.