Dr. Daniel Goya: “Chile necesita una estrategia de innovación que se mantenga en el tiempo”
Desde su paso por la Universidad en pregrado, el Ingeniero Civil Industrial de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) y actual académico de la Escuela de Negocios y Economía, Dr. Daniel Goya León, comenzó a interesarse por la investigación e innovación. En su proceso formativo inicial, fue determinante la posibilidad de viajar y conocer distintos países y, con ello, sus respectivas realidades, lo que generó un interés particular para entender cómo funciona la economía. De igual manera, la experiencia adquirida en una práctica realizada en Francia el año 2007 y las enseñanzas del profesor emérito de la PUCV, Juan Vrsalovic Mihoevic, quien dirigió su memoria de pregrado, fueron determinantes para su carrera como investigador.
El Dr. Goya, quien es Doctor of Philosophy (PhD) in Economics, University of Cambridge y Master of Science (MSc) in Economics, University College London, Reino Unido, señala que sus principales áreas de interés son la innovación, el comercio internacional, las políticas públicas, el desarrollo económico y la microeconometría aplicada. Su principal línea de investigación se centra en el estudio empírico, utilizando econometría y entrevistas en profundidad, de preguntas relacionadas con la diversificación de la economía, particularmente, el rol de la innovación y el comercio internacional, tanto desde el punto de vista de las empresas como de las políticas públicas.
En su trayectoria profesional, ha sido consultor en proyectos del Banco Interamericano de Desarrollo, el International Development Research Centre, la Organización Mundial de Propiedad Intelectual, la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial y la Dirección de Presupuestos del Ministerio de Hacienda, y participó como investigador en el Núcleo Milenio Intelis.
Para hablarnos de su carrera como investigador, de los factores que explican los bajos niveles de innovación en las empresas chilenas, y de los desafíos para las políticas públicas en esta área, el Dr. Goya nos recibió en su oficina de la Escuela de Negocios y Economía PUCV.
¿Cómo se inicia su carrera como investigador?
Estudié Ingeniería Industrial en la PUCV y, durante este proceso formativo de pregrado, mis intereses fueron moviéndose hacia las ciencias sociales y las políticas públicas. Hice mi memoria sobre redes de innovación con el profesor Juan Vrsalovic, quien me entregó la oportunidad de investigar con mucha libertad, pero al mismo tiempo me ayudó a acotar mi trabajo y estructurar mis ideas, aspectos muy importantes y difíciles de manejar, cuando uno no tiene experiencia investigando.
¿Cómo fue el proceso que vivió en el intercambio?
Parte del trabajo de la memoria la hice durante mi intercambio en Francia. Durante ese período, tuve una serie de experiencias que fueron determinantes, para querer seguir una carrera en investigación. Luego de un semestre tomando ramos, conseguí una práctica profesional en un centro de investigación de la empresa de energía francesa EDF. Si bien es distinta a la investigación académica, pude contrastar las formas de trabajo y la cultura organizacional del centro de investigación, con la del resto de la empresa y, sin duda, me acomodaba mucho más la del primero.
También durante ese año, antes del intercambio, viajé mucho por América del Sur y, luego durante el intercambio, por países de Europa y del Norte de África. Los contrastes que pude ver en las condiciones de vida de las personas en los distintos países, fueron un factor importante para pensar en estudiar economía.
Al finalizar mi carrera, tuve la oportunidad de hacer un magíster en Economía en Londres con el apoyo de Becas Chile. Tras obtener el grado académico, se me presentó la oportunidad de hacer de inmediato el doctorado, pero preferí volver a Chile por razones personales y porque el magíster no había sido lo que yo esperaba. Si bien disfruté mucho todo lo que aprendí sobre econometría, el foco del resto de los cursos era demasiado matemático y teórico, lo que me generó dudas respecto a continuar con el doctorado en economía.
¿Qué siguió para usted con la vuelta a Chile después del magíster?
El profesor Juan Vrsalovic me había contactado con el economista alumni PUCV, José Miguel Benavente, quien fue la primera persona en tratar la investigación como un tema de estudio académico en Chile, logrando un rol importante en el desarrollo de políticas públicas en el área. Nos conocimos cuando yo trabajaba en mi memoria y, al volver del magíster, tuve la posibilidad de trabajar con él en un proyecto de investigación.
¿De qué trataba ese proyecto?
Era sobre trayectorias tecnológicas sustentables en industrias de recursos naturales en Latinoamérica. Mirábamos temas como el uso de agua salada, el impacto de la biotecnología en la minería o el modelamiento matemático vinculado a la disminución del riesgo de accidentes en una faena minera, temas bastante diversos, pero con un factor común: las condiciones en que operaban las empresas hacía que desarrollaran tecnologías más sostenibles en el tiempo.
En todas las situaciones nombradas, había mayor sostentibilidad en dos dimensiones: lograr que la empresa fuera mejor en términos medioambientales (o sociales, como el caso del modelamiento de accidentes) y, en términos económicos, al fomentar el desarrollo de innovaciones tecnológicas, que ayudan a depender cada vez menos de la explotación de recursos naturales y más de las capacidades tecnológicas de las empresas.
Tiempo después, me uní a otro proyecto liderado por Andrés Zahler, donde estudiamos el rol de la colaboración público-privada en el éxito o fracaso de las políticas de desarrollo productivo.
Ambos proyectos, tenían en común ser principalmente cualitativos. Teníamos que entrevistar a personas de distintos perfiles, académicos, empresarios, encargados de innovación en las empresas, gente del mundo de las políticas públicas y, a partir de esto, inferir factores comunes que pudieran explicar los éxitos o fracasos. El trabajo cualitativo me gustó mucho, me di cuenta de que conversando con la gente, descubría cosas que no podían inferirse analizando bases de datos en el computador. Pude notar el cómo se complementan las metodologías cuantitativas y cualitativas, algo que si bien es poco común en economía, creo que permite lograr una mejor comprensión de los fenómenos que se estudian.
También tuve la oportunidad de trabajar con Jorge Katz, quien fue Director de la División de Desarrollo Productivo y Empresarial de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Conversando con él, me convencí de que la investigación en economía podía ir mucho más allá de lo que me habían mostrado en el magíster y, particularmente, que podía ayudar a comprender cómo evolucionan tanto las empresas como las economías de los países, temas en que la teoría económica tradicional es relativamente débil y que eran fundamentales desde mi perspectiva de ingeniero industrial.
La investigación en políticas públicas y los aprendizajes alcanzados en distintas metodologías y escuelas de pensamiento económico, me convencieron de que quería dedicarme a la investigación, lo que me llevó a postular a un doctorado en Cambridge, Inglaterra.
¿Y cómo fue su experiencia en el doctorado?
La experiencia del doctorado fue intensa, pero creo que han sido los mejores años de mi vida. Lo más enriquecedor, incluso por sobre lo académico, fue la posibilidad de vivir con mi familia en otro país, introducirnos en otra cultura, viajar. En este contexto, puedo afirmar que Cambridge es un lugar muy especial para vivir, más aún estando con niños.
En el ámbito académico de la universidad, destacaría la cantidad de actividades y charlas de académicos líderes en el mundo que hay permanentemente y siempre abiertas a personas de otras facultades. En esta línea, tuve la oportunidad de asistir a charlas en el departamento de Estudios del Desarrollo, de Estudios Latinoamericanos, del Instituto de Manufactura y de Sociología.
Asimismo, la Facultad de Economía, donde estuve haciendo mi trabajo doctoral, ha tenido un rol muy importante en la historia de la disciplina, con personas como Alfred Marshall o John Maynard Keynes. De la Facultad me gustó mucho lo asequibles de los profesores, durante mis años allá me debo haber reunido con unos diez o quince de ellos, siempre muy disponibles para aconsejar y ayudar a los estudiantes de doctorado.
¿Cuál fue la línea de investigación de su tesis doctoral?
En economía las tesis en general no son sobre un tema en profundidad, sino que son tres papers independientes, dentro de un tema amplio que los agrupa. En mi caso, trabajé en líneas generales en la diversidad de productos que fabrican o exportan los países y las empresas. Un paper de mi tesis se enfocó en el rol del tipo de cambio, otro en las capacidades dentro de las empresas y, el tercero, analizó efectos de red, es decir, cómo los proveedores de una industria que sufre un shock negativo también se ven afectadas, ya sea cerrando o dejando de fabricar ciertos productos.
¿En qué proyecto se encuentra trabajando en este momento?
Al poco tiempo de volver a Chile, con Andrés Zahler enviamos una propuesta a un call for papers del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para financiar proyectos de investigación orientados a ayudar y comprender cuáles son los factores que inhiben la innovación en las empresas de la región.
El BID ha inyectado recursos y asistencia técnica en distintos países de Latinoamérica para apoyar la innovación, sin que se logren siempre los resultados esperados. En ese contexto, surge la interrogante de qué factores podrían estar limitándola, más allá de lo financiero. La pregunta, además, está muy en línea con la investigación de frontera en esta área.
En este contexto, para el BID era prioritario promover investigaciones que, por una parte, utilizara bases de datos (encuestas de innovación) y, por otra, tuvieran también un componente cualitativo, como entrevistas a representantes de empresas, que permitieran dar una interpretación más profunda a los resultados cuantitativos. Esto iba totalmente en línea con mis intereses de investigación.
Fue muy interesante trabajar con gente de otros países de Latinoamérica en un problema en común, tanto por la posibilidad de extraer conclusiones útiles para las políticas públicas, como por la posibilidad de establecer redes de investigación con otros académicos de la Región.
¿Cuáles fueron los principales resultados de este proyecto?
Los resultados a nivel latinoamericano todavía no están listos. Para el caso de Chile, concluimos que la falta de demanda por innovación, es tan importante como los problemas financieros que limitan su existencia en las empresas. En esta línea, quiero explicar que no me refiero a la demanda de consumidores finales, sino la demanda por parte de otras empresas. Aproximadamente, la mitad de la economía no produce para consumidores finales, sino que produce bienes y servicios que son utilizados por otras empresas. El principal problema que identificamos, es que las empresas en general son muy reacias a probar productos o servicios innovadores, que otras empresas desarrollan y ofrecen.
¿En Chile el marco regulatorio es un problema para la innovación?
A diferencia de lo que se observa en países como Argentina, en Chile la regulación no parece ser una barrera importante, sino que incluso en algunos casos promueve la innovación. Por ejemplo, la ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP), promulgada el 2016, obliga a los productores a hacerse responsable de los residuos generados por sus productos (como los envases), lo que está dando un impulso muy importante al reciclaje. En esta línea, una de las empresas que entrevistamos tiene un proyecto para reciclar las redes de las salmoneras en el Sur.
¿Qué puede hacerse respecto a los problemas de demanda, ya sea en las empresas o desde las políticas públicas?
Hay que partir por identificar la causa del problema. Detrás de la falta de demanda, hay al menos dos tipos de factores: el primero es el riesgo inherente a utilizar insumos innovadores en el proceso y, el segundo, son los aspectos culturales.
Para una empresa siempre es riesgoso cambiar los insumos que utiliza en su proceso productivo. Recuerdo por ejemplo el caso de una minera, que probó una tecnología novedosa para evitar la pérdida de agua por evaporación y, sin entrar en mayor detalle, el producto innovador que estaban utilizando bloqueó una tubería, generando una serie de problemas. En el caso de una minera, cualquier paralización de las operaciones puede costar millones de dólares. La solución a este problema es clara: no existe un mercado donde las empresas puedan comprar un seguro contra el riesgo que implica probar una innovación. En este punto, CORFO podría diseñar un instrumento de política pública que permita a las empresas asegurarse.
Los factores culturales son mucho más complicados. Una crítica transversal entre pequeñas y medianas empresas innovadoras que intentan vender sus productos a empresas grandes, es que éstas son muy conservadoras, con aversión al riesgo, orientadas al corto plazo, desconfiadas y, rara vez, tienen interés en establecer relaciones de colaboración de largo plazo con sus proveedores, donde ambos ganen. La innovación requiere cada vez más de colaboración entre distintos actores y, en Chile, eso es muy difícil de lograr.
La desconfianza que muchas veces está detrás de la falta de colaboración la contrasto con lo que ocurría en el Reino Unido, donde los niveles de confianza son mucho más altos. Una vez me interesé en comprar una bicicleta usada y el dueño – a quién no conocía – se reunió conmigo en una plaza, me la pasó y me invitó a que la probara todo el tiempo que quisiera, y si era de mi gusto, se la compraba.
Igualmente, algunas casas tenían huertos y exhibían en sus entradas los productos con un listado de precios, y si te interesaba algo, lo sacabas y dejabas el dinero en el lugar, sin que hubiera nadie vigilando que alguien sacara cosas sin pagar. Lamentablemente, hoy en día en Chile nadie imaginaría hacer ese tipo de cosas. Hay gente que sugiere que las distintas formas de desigualdad que existen en nuestro país, podrían influir en los bajos niveles de confianza y colaboración que tenemos, que se manifiesta tanto a nivel de relaciones interpersonales como de relaciones entre empresas.
No existen políticas públicas que, mágicamente, puedan corregir estos problemas. Se han hecho esfuerzos para promover la colaboración, pero no han tenido suficiente impacto o, tal vez, no han sido demasiado ambiciosos. Lo que permite un poco de optimismo, es ver que en las generaciones jóvenes hay un interés mucho mayor por colaborar, lo que podría impulsar un cambio positivo cuando éstas vayan llegando a posiciones más altas dentro de las organizaciones.
Otro tema importante que hay que estudiar en profundidad, es el rol que podrían jugar los bajos niveles de competencia en algunos sectores, que hacen que no sea necesario para las empresas grandes innovar.
¿Qué podemos hacer para generar un cambio de paradigma en un país cuyo desarrollo económico siempre ha estado vinculado a las materias primas?
En economía existe la denominada “ley” de la ventaja comparativa, que dice que cada país debe especializarse en producir aquello en lo que es relativamente bueno. Esto significa, por ejemplo, que si Chile es bueno en la producción de cobre, debe enfocarse en exportar cobre y, con esos recursos, importar aquellas cosas que producen otros países de forma más eficiente.
El mayor problema con la idea de la ventaja comparativa es que es estática: nos dice qué es lo mejor para maximizar nuestro consumo hoy, pero esto no es necesariamente óptimo en el largo plazo. En Chile tenemos el ejemplo de lo que ocurrió con el salitre y que, eventualmente, podría repetirse con el cobre. Al estudiar la historia de los países que, en la actualidad, se denominan desarrollados, se observa un común denominador: sus ventajas comparativas fueron transformándose con el paso del tiempo, especializándose en el desarrollo de bienes más intensivos en tecnología.
Es interesante comparar el crecimiento de Chile y Corea del Sur, que me tocó visitar por una conferencia hace algunas semanas. Chile pasó de tener más del triple del ingreso per cápita de Corea en 1960, a tener la mitad del ingreso de Corea en los ’90, proporción que se mantiene hasta hoy. Corea logró esto creciendo a tasas superiores al 6% anual durante cerca de 35 años ininterrumpidos, con tasas muchas veces sobre el 10%, mientras Chile en su mejor momento logró tasas sobre el 4% durante 15 años seguidos y luego se estancó.
¿Cuál fue la causa de esta diferencia?
Chile tocó techo en ser eficiente extrayendo recursos naturales y, en cambio, Corea pasó de exportar minerales, pescados y arroz, a tener empresas como Samsung que, en 2017, invirtió más en I+D (investigación y desarrollo) que todo nuestro país en el mismo período. Si bien es cierto que Chile tiene sectores exportadores que hace algunas décadas no existían, como el forestal y los salmones, estos dependen en gran medida de las condiciones naturales del país y no del conocimiento y la tecnología, de la capacidad de las personas y las empresas de crear cosas nuevas. Además, estos sectores están asociados a problemas medioambientales.
El Estado tuvo un rol muy importante en la transformación de la economía coreana y de la gran mayoría de los países hoy desarrollados, a través de lo que se denomina “política industrial”: políticas públicas orientadas a transformar la estructura productiva de los países, enfocadas en el desarrollo de capacidades tecnológicas y fomentando ciertos sectores de la economía.
Durante los años ochenta y noventa, la mayoría de los economistas y encargados de políticas públicas en el mundo se oponía a este tipo de intervenciones, al punto que ni siquiera se hablaba del tema. Pero durante los últimos años, ha vuelto a ser reconocido el rol que históricamente han tenido y siguen teniendo las políticas públicas. En la actualidad, muchos países e incluso instituciones multilaterales como el Banco Mundial y la OCDE discuten abiertamente del tema.
En esta línea, muchos expertos sugieren que uno de los factores detrás de la guerra comercial iniciada por Trump, es intentar contrarrestar la política industrial china, que amenaza con quitarle el liderazgo mundial a Estados Unidos en una serie de industrias que serán clave en las próximas décadas.
¿Estima que debería haber más apoyo de políticas públicas vinculadas a la innovación?
El problema de fondo en Chile no es si debiera haber más o menos apoyo a la innovación, el problema es que las políticas públicas sobre innovación han cambiado radicalmente con cada uno de los últimos cambios de gobierno. Nuestro país, necesita una estrategia de innovación que se mantenga en el tiempo, pero los incentivos del sistema político atentan contra esto y, además, no existen mecanismos institucionales que permitan darle estabilidad a una estrategia de largo plazo, quedando todo a merced del poder ejecutivo del gobierno de turno.
Esto está relacionado con la discusión de si las políticas industriales son buenas o malas. Mientras no haya un consenso político mínimo sobre qué queremos hacer, y que se traduzca en una estrategia, de largo plazo, no creo que Chile pueda salir de la “trampa del ingreso medio”, en que nos encontramos actualmente. Punto aparte para la creación del Ministerio de Ciencia, que lo más probable es que no sirva de mucho.
¿Qué problemas observa con este nuevo Ministerio?
Primero, creo que el Ministerio podría ser muy positivo para visibilizar y dar más relevancia a la Ciencia dentro de la discusión pública. Lamentablemente, no creo que aporte tanto como algunos esperan.
Primero, estimo que hay un problema de base en la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, ya que no considera la innovación, porque InnovaChile de CORFO, seguirá dependiendo del Ministerio de Economía. Segundo, si el objetivo del nuevo Ministerio es coordinar mejor las actividades en temas vinculados al desarrollo científico del país, al dejar iniciativas relevantes en otros ministerios, la coordinación podría hacerse todavía más difícil.
Pero lo más importante tiene que ver con la coherencia en el tiempo de las políticas públicas. Los esfuerzos públicos en esta área, tal como ocurre con otros temas como educación o delincuencia, pueden demorarse muchos años en tener efectos visibles. Gobiernos de cuatro años, no tienen incentivos para hacer inversiones que tendrán resultados en décadas, lo que se traduce en que temas importantes quedan dejados de lado o se abordan con medidas efectistas con visibilidad a corto plazo.
En lo relacionado con innovación y desarrollo productivo, los países necesitan tener estrategias y sostenerlas en el tiempo, entre otras cosas para que los privados tengan claridad sobre qué esperar del gobierno para hacer inversiones de largo plazo. Claro que debe haber cierto grado de flexibilidad para adaptar las políticas en el tiempo, pero es necesario tener persistencia en los aspectos generales. Un Ministerio no necesariamente contribuye en esa dirección, habrá un Ministro que durará máximo cuatro años, donde intentará implementar las políticas definidas por su gobierno.
Mientras tanto, el Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo, que tiene como mandato precisamente pensar una estrategia para estos temas, redacta informes que poca gente sabe que existen y nadie está obligado a tomar en serio.
Mirando al futuro ¿qué temas le gustaría seguir trabajando?
Mi tema central es investigar cómo la innovación y el desarrollo de capacidades tecnológicas pueden llevar a los países al desarrollo y cómo diseñar políticas públicas que ayuden a lograrlo. Espero seguir profundizando en eso desde distintas dimensiones y trabajar utilizando no sólo los enfoques teóricos que dominan la disciplina, sino también otras escuelas que son especialmente útiles para entender los problemas relacionados con la innovación, como son la economía “evolucionista” o “Schumpeteriana”, y el estructuralismo.
Por otro lado, me gusta aplicar distintas técnicas econométricas a problemas no necesariamente relacionados con la innovación, pero relevantes para el país y la región. Por ejemplo, estoy trabajando con el CEAL de la Universidad en un proyecto denominado Observatorio Laboral de Valparaíso, donde estimé algunos modelos para predecir la ocupación de distintos sectores económicos en la región. Otro proyecto en esta línea, es la evaluación del impacto de una política pública experimental relacionada con la percepción de inseguridad, que está siendo desarrollada por el Laboratorio de Gobierno. Valparaíso es una de las seis comunas donde se está ejecutando este proyecto piloto, que destaca porque la intervención fue diseñada en conjunto por todos los actores involucrados (municipalidad, juntas de vecinos, policías, etc.).
¿Cómo fue su regreso a la PUCV?
Entré a la Escuela de Negocios y Economía el segundo semestre de 2017, poco después de que me aprobaran la tesis de doctorado. Conocía muy bien la Universidad como estudiante, y había dictado clases también, pero durante este año he ido conociendo otros aspectos que como estudiante no se conocen. Mi experiencia ha sido excelente en todos los ámbitos.
Me gusta mucho la posibilidad de poder estar en una Universidad de muy alto nivel y fuera de Santiago. También he podido constatar cómo la investigación se ha convertido en uno de los ejes estratégicos centrales de la Universidad, algo que era todavía incipiente en mi época de estudiante, hace no muchos años atrás. En ese sentido, como investigador he podido ver el trabajo que hace la Dirección de Investigación y hacer uso de distintos instrumentos de apoyo, y también me he estado interiorizando en todo lo que se está haciendo en la Universidad relativo a innovación y emprendimiento, que es muy relevante para mi campo de estudio.
Durante este año he ido conociendo la Escuela de Negocios y Economía, y he tenido conversaciones muy interesantes con académicos antiguos y con otros Asociados. La Escuela me ha entregado excelentes condiciones para poder enfocarme en mi investigación y, en este marco, estuve dictando un curso optativo que está directamente relacionado con mis áreas de investigación. Creo que es parte central de la carrera académica poder complementar investigación y docencia, y valoro mucho el tener la posibilidad de hacerlo.
Otra cosa que ha sido enriquecedora ha sido mantener el contacto con la escuela de Ingeniería Industrial y tener también contacto con gente de otras unidades académicas, como el Instituto de Estadística o la Escuela de Trabajo Social.
¿Cuál sería el mensaje para las nuevas generaciones de estudiantes que están interesados en la investigación?
Tienen que tomar todas las oportunidades que tengan de participar en proyectos de investigación, y ver si les gusta realmente. Se tiene mucha flexibilidad, pero para dedicarse a la investigación es necesario ser muy proactivo y capaz de trabajar de forma independiente, a veces sin plazos ni objetivos claros, algo que no es para toda la gente. Por eso creo que es importante probar, que participen en todos los proyectos que puedan y vean si les gusta esa forma de trabajo.
Por Marcelo Vásquez, encargado Comunicaciones VRIEA.