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Padre Joaquín Alliende donó sus obras a la PUCV: "Estoy contento de que mi archivo haya llegado a buen puerto"

La jornada contempló actividades en Casa Central, el Palacio Valle y la Iglesia La Matriz, con un espectáculo preparado especialmente para la ocasión por el Conjunto Folklórico de la PUCV.

08.06.2017

El sacerdote de Schoenstatt, Joaquín Alliende Luco, donó su completa obra literaria a la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso en un acto solemne que se desarrolló en el Salón de Honor de nuestra Casa de Estudios.

El padre Allende ha escrito poesía y sus libros se han traducido a diversos idiomas. Se ha especializado en religiosidad popular y ha sido asesor teológico de tres conferencias del episcopado latinoamericano. Ha publicado más de 10 tomos de poesía y ha escrito los libretos de varias misas y cantatas.

Algunas de las obras que donó a la PUCV son: “Bienandanzas” (1964), “Religiosidad popular en Puebla” (1979); “Peldaños al Padre/Peldaños de José Kentenich” (1985); “Diálogos con María al fin del milenio”; “Niño Dios, Niño Sol” (2001); “MaipúCampana” (2010), entre muchos otros.  

El rector de la PUCV, Claudio Elórtegui, señaló que para la Universidad es motivo de honor y alegría recibir esta significativa donación de la obra poética del sacerdote que en 2008 fue nombrado Presidente Internacional de Ayuda a la Iglesia que Sufre, organización de Derecho Pontificio.

“Agradezco esta valiosa entrega que contribuye de manera significativa al enriquecimiento de nuestras colecciones patrimoniales albergadas en la Biblioteca Eduardo Budge, que nació de otra donación de un notable porteño de la primera mitad del siglo pasado. Con el tiempo se han recibido muchas otras, las cuales lo han convertido en el lugar idóneo para preservar tesoros documentales como éstos”.

El rector además destacó que el legado que hoy entrega a la PUCV incluye los manuscritos originales de su obra narrativa, debidamente transcritos y bien conservados. “También los impresos publicados en diversos sellos editoriales, los que pasarán a formar parte del patrimonio documental de nuestra Casa de Estudios”.  

En la ceremonia, estuvo también la directora del Museo Violeta Parra, Cecilia García Huidobro, quien se refirió al sentido que tiene regalar la colección completa de obras.

“Dar o donar no responde a un imperativo categórico, sino que es un acto decidido de bondad. Desprenderse es adentrarse en el rasgo de la generosidad. No es fácil quedar ligero de equipaje, nos atamos a objetos que parecen adquirir vida propia, demandando fidelidad de parte nuestra (…) La vida del padre Joaquín ha transcurrido intrínsecamente ligada a los libros que han sido fuente de conocimiento, admiración y gozo. En las páginas de sus libros se presenta el hombre que está detrás que se despliega sobre Cristo, la Virgen, la Iglesia, su paso e influencia en Schoenstatt, su sello de poeta chileno y universal, sus gustos e inclinaciones intelectuales y estéticas, sus pulsiones”.

En la ocasión, el Coro Femenino de Cámara y la Orquesta de Cámara, ambos de la PUCV, ofrecieron una selección de cuatro momentos de la sinfonía sacra “MaipúCampana, Alma de Chilenía”, obra que cuenta con textos del Padre Alliende y música del académico Boris Alvarado, quien dirigió a los conjuntos y solistas.  

PADRE ALLENDE: “AQUÍ ME SIENTO EN CASA”

Por su parte, el Padre Joaquín Alliende se refirió a las razones de porqué decidió donar sus textos a la PUCV. “Acá, Sara Vial me acogió y bauticé a su hija en una noche maravillosa en Cerro Alegre y allí estaba Renzo Pecchenino, quien me mostró la ciudad de noche. Conocí a personajes y circunstancias. Por eso, aquí me siento en casa, por eso preferí que si en alguna parte querían guardar mis papeles fuera en Valparaíso”.

También recordó al Padre Pedro Gutiérrez con quien se formó como sacerdote y que dejó una impronta en su corazón, como un hombre siempre preocupado de los más necesitados. “De poco sirven todas las instituciones, las bibliotecas y los textos si no tenemos un trato más sencillo, cordial y bondadoso. La bondad inteligente se dice en la universidad, pero es importante que la inteligencia no deje que el codo borre lo escrito en el Evangelio y haga un borrón de todo eso”, advirtió.

Sobre la llegada de sus textos a la ciudad puerto, el sacerdote señaló que “estoy contento de que mi archivo haya llegado a buen puerto, al puerto de Valparaíso, que habla mucho a Chile y a la Iglesia Católica (…) Mi padre era porteño y tenía un local que se llamaba El Águila. Cuando fue el terremoto del 15 de agosto de 1906, tenía siete años y se perdió por algunos días en Valparaíso. Era un niño perdido en una ciudad que quedó en el suelo. Con él recorrí muchas veces el puerto y palpé la ciudad del Último Grumete de la Baquedano. Estos momentos son parte de mi vida y por eso vengo hoy a dejar mi poesía a un lugar de coherencia íntima”, concluyó.

Por Juan Paulo Roldán

Dirección General de Vinculación con el Medio

Fotos: Ángela Tobón Coral