Cecilia Latorre, Alumni Derecho PUCV
El valor de la formación exigente: “Derecho PUCV te abre puertas en todas partes”
02.07.2025
En 1989, una joven santiaguina decidió dejar la capital para instalarse en Valparaíso y estudiar Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Tres décadas más tarde, Cecilia Latorre recuerda esa elección como una de las más acertadas de su vida. “Me encantó la posibilidad de la PUCV para estudiar Derecho. Era muy familiar. Teníamos salas por curso, muy de colegio. El régimen era ordenado, con clases de 8:15 a 13:15, y para mí, que soy muy dispersa, ese orden me hizo bien”, relata desde Alicante, España, donde hoy reside con su familia.
Fue la primera en su generación en rendir el examen de grado y también la primera en titularse. Este 2025 se cumplen ya 30 años desde ese momento. “Éramos un grupo de cabros chicos que estudiaba mucho, pero lo pasábamos muy bien”, resume con cariño.
Su carrera jurídica se desarrolló durante 27 años en el Consejo de Defensa del Estado, con una extensa etapa en Iquique, donde además de liderar la oficina regional, sacó un magíster, se doctoró, se casó, fue madre y llegó a ser presidenta del Colegio de Abogados local. “Fue una década muy intensa y muy fructífera”, dice. Luego regresó a Santiago, también en el CDE, hasta que el estallido social de octubre de 2019 marcó un punto de inflexión en su vida: decidió emigrar a España junto a su familia.
Allí, en la ciudad de Alicante, Cecilia continúa vinculada al mundo del Derecho. Es Doctora en Derecho por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y actualmente está en proceso de convalidación de su título profesional, lo que requiere cursar un máster en litigación para poder ejercer formalmente en España. Mientras tanto, mantiene actividad profesional en Chile: litiga, hace audiencias virtuales e incluso comparece ante la Corte Suprema, todo desde el otro lado del Atlántico.
“El plan familiar es quedarnos en España, pero seguimos viajando regularmente. La idea es, idealmente, vivir seis meses aquí y seis meses allá. Aún tengo causas activas en Chile, y también clientes en ambos lugares”, explica.
En esta nueva etapa, Cecilia ha dado un paso más: ha creado un programa de mentoría para mujeres abogadas chilenas, con el objetivo de cerrar las brechas que aún persisten en la profesión. “Los estudios jurídicos grandes siguen siendo un espacio donde cuesta mucho entrar y mantenerse si eres mujer. A los hombres se les facilita más la entrada, sobre todo en los años iniciales, que son los de más exigencia. Es muy difícil compatibilizar ese ritmo con la maternidad o la vida personal”, afirma.
El programa consiste en 14 semanas de sesiones estructuradas, además de una mentoría permanente, y busca entregar herramientas prácticas a abogadas que quieren formar sus propios estudios o proyectos profesionales. “Trabajamos desde la búsqueda de su nicho laboral, cómo usar sus vocaciones personales, cómo comunicarse con los clientes, cómo se cobra, qué es el secreto profesional... todo. Es algo que a mí me habría encantado recibir cuando salí de la universidad”, comenta. El proyecto comenzará con una master class a fines de julio de 2025 y ya ha tenido una excelente acogida en Chile.
Para Cecilia, el Derecho es mucho más que una carrera: es una forma de vida. “Cuando eliges esta profesión por vocación, te cambia la forma de mirar el mundo. Es cierto que su estudio es muy estructurado, pero la práctica es creativa. El Derecho es un arte y se puede construir desde uno mismo”, reflexiona.
Y esa construcción también implica autonomía. “Hoy creo que ejercer de forma independiente es un lujo. Estar contratado puede disminuir el alcance de una profesión pensada para que quien la ejerza imponga su ética, sus valores. Mi consejo para los y las estudiantes es que exploren sus intereses personales: si les gusta el deporte, hay un mundo entero en el Derecho deportivo. Lo mismo con la tecnología, el medioambiente, la propiedad intelectual. Hay muchos caminos por abrir”.
A pesar de la distancia geográfica, Cecilia mantiene intacto su vínculo afectivo con la Escuela de Derecho de la PUCV. “Recuerdo mucho a mi primer profesor de Civil, Eduardo Uribe, que lograba explicar cosas complejas con mucha claridad. También a Arturo Zavala, en Procesal, que creo me marcó para ser procesalista. Y, claro, Pedro Pierry, con quien hice la memoria pese a que siempre le tuve miedo. Terminamos trabajando en el mismo servicio”, recuerda entre risas.
Pero más allá de los nombres, lo que más atesora de sus años en Casa Central es el espíritu comunitario. “La solidaridad con los compañeros de curso, el apoyo mutuo, era fundamental. En 2019 nos juntamos a celebrar los 30 años desde que entramos a primer año y seguíamos siendo los mismos, con la misma sencillez. Esa cosa de familia que se da en el patio de Casa Central es impagable”, afirma.
Y no olvida al “gran capital” humano de la Escuela: “Leo, el bibliotecario, ya te conocía la cara y te pasaba lo que necesitabas sin que lo pidieras”, rememora con una sonrisa.
Una anécdota de sus primeros años como profesional resume bien la impronta que deja la PUCV. “Cuando postulé a relatora de la Corte de Apelaciones de Santiago, tenía 24 años. El ministro que me entrevistó me dijo: ‘yo no la conozco, pero si egresó de la PUCV, es capaz de hacer cualquier cosa’”.
Ese reconocimiento, dice, no es casual. “Somos conocidos por ser exigentes, pero eso tiene un beneficio a largo plazo. La Escuela forma juristas. Luego, cada quien decide qué hacer con eso. Y esa base te abre puertas en todas partes”.
Hoy, desde Alicante, Cecilia Latorre sigue abriendo caminos. Para ella, para sus colegas, para las nuevas generaciones. Porque como bien dice, el Derecho también puede —y debe— construirse con creatividad, comunidad y propósito.
Facultad y Escuela de Derecho PUCV