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Opinión: La cuenta más cara

Marcelo Mena, Director Centro de Acción Climática Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

10.07.2020

La calefacción es la cuenta más cara para los chilenos. Para sus bolsillos y para su salud. Para suplir el hecho que más de 2/3 de las viviendas del país no tienen aislación térmica alguna, echamos mano a lo más barato. La mayoría usa leña, la que termina causando que en ciudades como Temuco o Coyhaique cada invierno tengan que respirar aire insalubre entre 70 a 90 días.  Cerca de la mitad de los días. A nivel nacional la contaminación mata entre 3600 personas por año, y se asocia a millones de días de actividad restringida al año.

Entre 2013 y 2019 se han establecido planes de descontaminación para abordar la contaminación de invierno. Entre esos años, ciudades como Santiago, Rancagua, Talca, Osorno, Temuco o Coyhaique han rebajado su contaminación de invierno entre 25 a 50%. Las urgencias por enfermedades respiratorias reportadas por el DEIS en las zonas con planes de descontaminación han bajado 17% mientras que en las zonas sin plan han subido en 7%. Esto se traduce en que cada año hay 462 mil consultas de urgencia menos. Gran parte de esa baja se debió a una drástica reducción de crisis obstructiva bronquial en niños y niñas entre 0 a 14 años. La prohibición de calefactores a leña en días de mala calidad de aire, además de los programas de recambio de calefactores y los programas de mejoramiento térmico de viviendas han dado resultados. Estos combinan cerca de 24.000 subsidios al año, los que generan cerca de 36.000 empleos en el mismo periodo. Por cada peso que gastamos en esos programas ahorramos cerca de 4 pesos entre costos de combustible y salud. Es una inversión que va al corazón de la pobreza energética del país y la contaminación que afecta la salud de las personas.  Sin embargo, a pesar de los avances, ningún gobierno ha financiado estos programas a la velocidad que se requiere para descontaminar las ciudades.

Un estudio de Harvard para Estados Unidos indica que mientras más contaminadas las ciudades, más letal es el COVID19. No es coincidencia que ese patrón también se repita en Chile.  Tenemos una oportunidad histórica de abordar este tema y enfrentar de una buena vez la pobreza energética del país. Fortalecer el financiamiento de los planes de descontaminación creará empleos en forma inmediata, con una capilaridad que beneficiará localidades postergadas en programas sociales. Fortalecerá a las PYMES del sector construcción, en programas de fácil ejecución presupuestaria. Reducirá la contaminación atmosférica, enfermedades respiratorias y dejará más plata en el bolsillo de las familias más vulnerables. No será un gasto permanente, pero los beneficios sí lo serán. No será un gasto, sino una inversión.  Permitirá una recuperación saludable, sostenible e inclusiva. Las ciudades del sur merecen este esfuerzo.