Jan Bergmann, académico del Instituto de Química, tiene una larga trayectoria en el estudio de feromonas. Desde el chanchito blanco (Pseudococcus calceolariae) hasta el gusano del tebo (Chilecomadia valdiviana), los últimos años de su carrera se ha dedicado al estudio de estas sustancias químicas que los seres vivos segregan para comunicarse con otros individuos de su misma especie.
En su más reciente trabajo, el profesor investiga la Leucoptera sinuella, más conocida como polilla del álamo. Las larvas se alimentan, como dice su nombre popular, de álamos y sauces, pero el problema está en que una vez completado su desarrollo, migran hacia árboles frutales, lo que puede afectar la exportación a importantes mercados, como Estados Unidos y México.
Jan Bergmann comentó que, gracias a la investigación, lograron identificar “un compuesto único producido por los machos, el cual resulta clave para atraer a las hembras a corta distancia durante el cortejo. Cuando este compuesto se eliminó, los machos tuvieron mucho menos éxito en el apareamiento, pero al exponerlos a una versión sintética, recuperaron esta capacidad”.
Estos hallazgos, señaló el académico, aportan nuevos conocimientos sobre los complejos sistemas de comunicación de las polillas y evidencian la diversidad química involucrada en su comportamiento reproductivo. “Comprender estas interacciones contribuye a ampliar nuestro conocimiento sobre la ecología de los insectos”, complementó.
Control de plagas bio-responsable
“Cada especie de insecto tiene su propia feromona, tiene su propio compuesto químico o mezcla de compuestos químicos. Entonces ahí tienen un canal de comunicación privado. Y eso hace a la feromona altamente atractiva para usarla en el manejo de plagas”, explicó Jan Bergmann.
¿Y cómo es esto bio-responsable? “Cuando uno usa la feromona, afectamos solamente a la plaga, sin pasar a llevar a ningún otro insecto que esté presente en el campo”. En el caso de las polillas hembras, complementó el académico, la feromona tiene un efecto a larga distancia, lo que permitiría generar trampas o simplemente alejar a los machos a través de emisión sintética, evitando el apareamiento y la aparición de nuevas generaciones, y afectando solo a la plaga en cuestión.
En este trabajo, que está enmarcado en un Proyecto Fondecyt Regular financiado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile, Jan Bergmann es investigador responsable y su equipo está conformado por el co-investigador Wilson Barros, de la Escuela de Agronomía; Jorge Guajardo, a cargo de la organización del trabajo de campo; la estudiante de pregrado, Laura Rodríguez; y Laura Sánchez, quien recientemente finalizó su doctorado. Además, Abel Queiroz, académico de Brasil, colaboró como experto apoyando en el desarrollo de ensayos de laboratorio con la polilla.
Por Gonzalo Valladares
Facultad de Ciencias