Francisca Villaman, Alumni Derecho PUCV
Una jueza con sello PUCV: rigor, vocación y servicio público

29.10.2025
Ingresó a estudiar Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso en 1992, después de egresar del Colegio Monjas Inglesas de Reñaca. Viñamarina de toda la vida, reconoce que el Derecho no fue su primera opción, pero como era humanista decidió seguir ese camino. “En primero éramos un curso de 105 alumnos de todas las regiones y realidades, y eso fue muy interesante para alguien que había hecho casi toda su vida en la V Región. El encuentro con diversas realidades es muy enriquecedor en la Escuela”, recuerda. “Las amistades que hice en primer año son las personas más cercanas para mi hasta el día de hoy”.
Con el tiempo, fue descubriendo que la formación en la PUCV era distinta. “A lo largo de los años me di cuenta de que nuestra Escuela es bastante única en comparación con otras de Derecho en Chile. El régimen de estudio fue un esfuerzo importante, había mucha exigencia”, destaca. Fue en segundo año cuando comenzó a encantarse con la carrera, especialmente con las materias vinculadas al ámbito económico, área en la que más adelante desarrollaría toda su trayectoria profesional.
Su carrera comenzó en el Servicio de Impuestos Internos, en Santiago, donde trabajó en diversas direcciones regionales y luego en la Dirección de Grandes Contribuyentes. “Ahí los abogados trabajábamos con auditores tributarios, lo que fue un desafío profesional constante y me permitió aprender muchísimo de ellos. En ese punto creo que la resiliencia que nos enseña la Escuela me ayudó mucho. Hay que aprender lenguajes y métodos diferentes”, explica. Durante 15 años participó en la asesoría legal de las fiscalizaciones, revisiones administrativas y litigación de causas emblemáticas del país.
Luego obtuvo la Beca Chile y cursó un magíster en tributación internacional en la Universidad de Georgetown, en Estados Unidos. Posteriormente, se incorporó por un año a la OCDE, en el Foro Global para la Transparencia y el Intercambio de Información con Fines Tributarios, donde participó en la confección de reportes tributarios que tenían por objeto describir los sistemas legislativos de los países participantes y en una segunda fase, analizar el funcionamiento práctico de ellos, a la luz del estándar de transparencia e intercambio de información establecido como objetivo.
Tras esa experiencia internacional, regresó al Servicio de Impuestos Internos, donde asumió como jefa del Departamento Jurídico de la Dirección de Grandes Contribuyentes. “Era la líder de todas las áreas jurídicas de esa división: fiscalización, revisión administrativa de los actos y defensa en litigación. Tres mundos con mucha responsabilidad”, recuerda.
Más tarde, dio un paso hacia el ámbito privado y trabajó durante cinco años en el estudio jurídico Baraona, Fischer y Spiess, en el que trabajó junto a Juan Manuel Baraona, uno de los tributaristas más reconocidos del país, tanto en ámbito académico como profesional. “Aprendí mucho de lo privado, pero después quise volver a lo público”.
Desde 2022 se desempeña como jueza del Cuarto Tribunal Tributario y Aduanero de Santiago, un espacio que describe como exigente y de enorme responsabilidad. “Es un desafío muy grande porque en este tribunal hay mucha acumulación de causas pendientes. Asumí existiendo muchas causas antiguas acumuladas, pero con mucha vocación y con el compromiso de hacer los mejores fallos posibles. Eso está vinculado al esfuerzo y a la formación que recibí en la Escuela”, señala.
El tribunal resuelve materias tributarias y aduaneras, incluyendo casos de elusión fiscal, procedimientos cautelares de vulneración de derechos de los contribuyentes, impugnación de determinaciones de impuestos, levantamiento de secreto bancario y aplicación de sanciones. “En general son causas muy complejas, algunas más que otras, por ejemplo, la aplicación de la norma general antielusiva es un desafío especial porque se debe acreditar que los actos, aunque tengan apariencia legal, contravienen la norma y buscan eludir impuestos. Es un gran desafío”, explica.
Al mirar hacia atrás, reconoce que el rigor de la Escuela de Derecho PUCV marcó profundamente su manera de enfrentar los desafíos profesionales. “El cambio entre el colegio y la universidad fue muy potente. El rigor es muy importante al asumir grandes responsabilidades. El saber enfrentar esos desafíos es el sello que impone la Escuela. A veces es fácil sentirse agobiado, pero conservar el rigor técnico es un sello distintivo de la PUCV”, afirma, siempre recuerdo las palabras que nos dijo de don Enrique Aimone el último día de clases: “niñitos…siempre recuerden que uno nunca está tan mal…que no pueda estar peor”.

“Nos enfrentamos a tantas dificultades cuando estudiamos en comparación con otras escuelas, que aprendemos a adaptarnos. Tuve compañeros de la PUCV en el SII y en todos ellos vi el mismo sello: una formación transversal seria que nos permite tener un buen criterio jurídico”, agrega.
Finalmente, entrega un mensaje a las nuevas generaciones de abogados PUCV: “es fácil pensar que los buenos abogados son los más inteligentes, pero la Escuela te enseña que el buen abogado se forma con rigor, dedicación y con el deseo de aportar a la sociedad. En un abogado PUCV hay mucho interés en hacer bien las cosas, a pesar de las dificultades. Recomendaría ponerle ganas, interés y tiempo, sobre todo hoy en día en que es tan tentador no esforzarse y recurrir a herramientas que hacen mucho por ti y tomar conciencia de la importancia de la función que ejercemos”.
Facultad y Escuela de Derecho PUCV