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Ana María Olivera, Alumni Derecho PUCV:

“Darle voz a los que no tienen voz, dignifica nuestra profesión”

02.01.2024

Con toda una vida ligada a los que han tenido menos acceso al conocimiento oficial, la abogada valora lo aprendido en la Escuela de Derecho PUCV, porque ahí obtuvo las herramientas fundamentales para representar a colectivos y personas invisibilizadas y marginadas del sistema. 

Ana María Olivera está “muy orgullosa de haber estudiado en la PUCV porque me brindó una base sólida para el ejercicio de mi profesión, pero también entiendo que lo que uno estudia en la universidad no lo es todo, porque hay muchas otras realidades y mundos afuera del espacio académico. En mi caso, conociendo el mundo indígena, he abierto muchas puertas”.

La abogada egresó en diciembre de 1988 de Derecho y en enero del 89 ya estaba trabajando en Chiloé. Esta rápida emigración desde la quinta región tuvo que ver con el contexto del país: “desde tercer año, yo ya trabajaba en defensoría de derechos humanos de presos políticos, con un rol muy protagónico, pero el egresar, quise tomar distancia de esa historia íntimamente ligada a lo militante y busqué salir de Valparaíso”, relata.

Efectivamente, Ana María fue dirigente dos veces del centro de estudiantes de la escuela de Derecho y una en la Federación en tiempos de movilización estudiantil, previos al retorno a la democracia, lo que marcaba su horizonte profesional, por eso, al egresar, quiso tener un cariz más neutro “partiendo de cero”.

Cuando recibió la oferta laboral de una ONG en Chiloé, rápidamente viajó a formar parte del departamento de educación y organización de la Oficina Promotora del Desarrollo Chilote (OPDECH), lo que le permitió vincularse en el territorio insular con la organización indígena y campesina de Chiloé.  Volvió unos meses después con su memoria de pregrado – dirigida por el profesor Carlos Salinas-, una investigación desde la antropología jurídica que relata el proceso de recuperación por parte de organizaciones indígenas mapuche williche de tierras que pasaron a ser parte del Parque Nacional Chiloé. Estas tierras originalmente eran williche y a través de procesos jurídicos, pasaron a manos del Estado y luego de CONAF, según ella explica. 

“Fue una tesis bien evaluada, la primera escrita desde una incipiente antropología jurídica, recuerdo que Alejandro Guzmán Brito estaba en la comisión y me evaluó con nota 7.0. Me parece que fue un reconocimiento a la rigurosidad del estudio, que sobrepasó las diferencias de pensamiento que podía yo tener con el profesor Guzmán”, recuerda Olivera.

Se fue con 28 años y ya lleva 35 allá. “Lo que me motivó a viajar fue el acercamiento a la diversidad cultural y la posibilidad de un encuentro con las comunidades indígenas, quería establecer un vínculo con ellas”, relata Ana María. Y agrega: “Una de las primeras cosas que hice fue conocer a la autoridad indígena más relevante del archipiélago – el cacique Carlos Orlando Lincoman- y empecé a tener un vínculo con él y con la organización Consejo General de Caciques Williche; hasta el día de hoy trabajo con ellos”. 

Su labor ha sido muy diversa, inicialmente enfocada en los procesos de recuperación territorial, representando a la organización tradicional indígena, sus demandas culturales y de tierras: “empecé a estudiar esa historia, cuál fue el origen, cómo este territorio fue reconocido en la época de la Colonia, los procesos usurpatorios durante la República, etc.”, señala Olivera. 

Esta recopilación la ha hecho escuchando al relato de las mismas comunidades e indagando en la documentación existente, vinculando la narrativa con su soporte histórico-jurídico. “Esto me ha tomado toda la vida”, reflexiona.

Ana María explica que lo que ella quería era “poner mi conocimiento a servicio de un pueblo, poner aquello que aprendí en la Universidad a disposición de quienes no han tenido acceso a él. En este caso, a un pueblo originario que, por no tener ese conocimiento, ha sufrido la pérdida de su territorio, su cultura y su lengua”. 

Este desarrollo profesional ha significado un aprendizaje para ella también: “yo he entendido que existe un derecho indígena, que los pueblos poseen sus propios sistemas jurídicos, sus normas de regulación que son pertinentes y necesarias. El desafío disciplinario es poner en diálogo este derecho indígena con el derecho occidental, es el diálogo entre la ley y la costumbre, un precioso desafío que pocos están dispuestos a aceptar”.

Ella descubrió este derecho que no está escrito, pero existe y se aplica: “eso es muy importante porque seguimos pensando que el derecho es uno, somos monoculturales, muchos no ven este otro derecho, y mucho menos lo logran respetar. Esto contribuye mucho al conflicto social porque la tensión histórica entre Estado y pueblos indígenas surge, con mucho, a raíz de este desconocimiento y esta negación” sentencia.

Durante estos años, la demanda de recuperación territorial ha tenido resultados positivos: “al menos en lo referido a recuperar tierras en manos del Estado, han sido restituidas a las comunidades originalmente poseedoras, hemos recurrido al derecho consuetudinario, a la narrativa y a la documentación histórica que avala tales derechos”, afirma Ana María. De hecho, su memoria de pregrado mencionada, da cuenta de uno de esos procesos, que concluyó con la recuperación de 6 mil hectáreas. 

Actualmente, Ana María está dedicada a la educación, un área que siempre la ha inspirado, y dirige una Fundación educacional que ofrece capacitación a jóvenes indígenas, difundiendo los saberes y los oficios tradicionales. Al respecto reflexiona que “el conocimiento indígena debe ser restituido a los espacios formales de educación, la identidad y la cosmovisión originaria, la que nos re vincula con el territorio, como un espacio vivo y que da y protege la vida. Por ello, recuperar ese conocimiento y transmitirlo a las nuevas generaciones, aporta a la rehumanización de nuestra sociedad”.

Con esta y muchas experiencias vividas, Ana María invita a los futuros abogados a “dejarse tentar por la justicia, pensando en otros horizontes diferentes de los tradicionales”. Para ella, dignifica el derecho cuando quienes lo ejercen se transforman en colaboradores de la justicia, como ella ha intentado hacerlo durante toda una vida. 

    Facultad y Escuela de Derecho PUCV