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Dr. Juan Luis Celis, ganador Proyecto Anillo de CONICYT: “Queremos generar un cambio de paradigma en la producción agrícola comercial en Chile”

Tras la adjudicación de un proyecto Anillo de CONICYT, el especialista de la Escuela de Agronomía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) comentó que a partir de datos y evidencia científica demostrarán que se puede reemplazar los sistemas tradicionales que actualmente ocupa la agricultura intensiva, por otros más sustentables y eficientes.

23.12.19

El investigador de la Escuela de Agronomía PUCV, Dr. Juan Luis Celis, ha desarrollado una línea de investigación basada en ecología y conservación de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos en paisajes rurales, con base en la sustentabilidad agrícola. En este contexto, se adjudicó recientemente un proyecto Anillo en Ciencia y Tecnología de CONICYT denominado: Intensificación ecológica: Integrando el conocimiento de los servicios ecosistémicos para promover una agricultura sostenible en Chile.  

De esta manera, el ingeniero agrónomo, magíster en ciencias biológicas, doctor en ecología y biología evolutiva e investigador PUCV, se adjudicó este proyecto Anillo que entrega un financiamiento de $450 millones por tres años, con el que espera generar los datos necesarios para promover un cambio de paradigma centrado en el desarrollo de sistemas agrícolas comerciales más sustentables y eficientes.   

En esta línea, el Dr. Juan Luis Celis accedió a darnos una entrevista a fines de diciembre de 2019 en Casa Central de la PUCV, para hablarnos de los aspectos fundamentales de cómo se generó este proyecto de investigación y cuáles son sus proyecciones.

¿Dónde se genera su interés por la naturaleza?

Siempre me gustó el estudio de la naturaleza. Tengo recuerdos muy importantes de pequeño, cuando pasaba los veranos junto a mis abuelos en su casa en el campo, lo que derivo, directa o indirectamente, en un interés posterior por la vida al aire libre y contacto con la naturaleza y mi formación profesional como agrónomo de la U. Mayor.

¿Qué le motivó a seguir una carrera de investigador?

Creo que desde que hice mi tesis de pregrado en control biológico de plagas, lo que fue mi principal motivación para realizar una estadía en la Universidad de Santa Bárbara en California (USA) una vez titulado. En esta pasantía aproveché de estudiar inglés y tuve mi primer encuentro con la ecología como disciplina.

Tras esta experiencia regresé a Chile para trabajar en una ONG con mi profesor tutor de la tesis de pregrado, Patricio Rodrigo, particularmente, desarrollando proyectos de Conservación y Gestión Ambiental para la CONAMA, donde trabajé con muchos ecólogos con quienes aprendí que, en el mundo privado, hay mucho desconocimiento sobre las relaciones de los seres vivos entre sí y con el medio en el que viven.

¿Tuvo alguna relación esta vinculación con la elección de sus estudios de postgrado?

Por supuesto. Fue tras esta experiencia en la ONG, donde elegí estudiar un magíster en ecología impartido por la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, lo que para aquellos años era una especie de rareza para un agrónomo, sobre todo, egresado de una universidad privada. Sin embargo, puedo decir que con el apoyo inicial del profesor Ramiro Bustamante, fui aceptado y me fue bastante bien. Incluso puedo contar que participé como ayudante en un proyecto de investigación FONDECYT, que me permitió terminar el programa con tres publicaciones indexadas.

Luego, continué estudiando el doctorado en el año 2010 donde trabajé con el investigador Juan Armesto en Chiloé, estudiando la conservación e interacciones del monito del monte, en el marco de un estudio ecológico donde cuantificamos y comparamos las poblaciones, entre bosques antiguos y perturbados y, además, caracterizamos aspectos desconocidos de su historia natural y ecología como su dieta, reproducción y movilidad, entre otros.

¿De qué manera se produce su llegada a la PUCV?

Tras egresar del doctorado, hice un postdoctorado con Pablo Marquet de la PUC, donde comencé a trabajar e investigar en ecología urbana en la Región Metropolitana. Recuerdo que en ese tiempo siempre conversábamos con mi esposa sobre dónde nos gustaría vivir y trabajar y, desde esta perspectiva, la región de Valparaíso siempre fue una buena opción.

Cuento esto, porque justo en medio de esta conversación, salió publicado un concurso en la PUCV el año 2013 donde buscaban un especialista en gestión ambiental para la Escuela de Agronomía. Sin pensarlo, postulé y me llamaron a una entrevista donde participaban como 20 académicos que me preguntaron sobre mi trabajo, situación que podría parecer compleja pero que, en realidad, fue muy acogedora. Fue así como tras un par de meses, se me comunicó que había sido aceptado, lo que para mí fue una verdadera sorpresa, sobre todo, porque venía de una universidad privada y no tenía ni un conocido acá.

¿En qué áreas comenzó a trabajar e investigar?

Considerando que soy agrónomo con especialidad en ecología, comencé a trabajar en conservación biológica vinculada a la agricultura y sus sistemas productivos, particularmente, los ecosistémicos. En mi primer proyecto de investigación, apoyado por la DI PUCV, evalué el rol de la biodiversidad en sistemas agrícolas.

Posteriormente, estudiamos los polinizadores, postulé a un FONDECYT que no nos ganamos, pero siempre seguí adelante porque estoy convencido de la importancia de generar conocimiento sobre los servicios ecosistémicos, con el objetivo de promover una agricultura sostenible en Chile.

Considerando que ha trabajado en áreas bien diversas ¿Cuál diría que es su principal línea de investigación? ¿se vincula ésta con la adjudicación del Proyecto Anillo de CONICYT?

En la actualidad, mi principal línea de investigación son los sistemas productivos. Sobre la segunda pregunta, puedo mencionar como primer antecedente que este proyecto recientemente adjudicado por la PUCV, comenzó hace años cuando trabajé con Olga Barbosa haciendo investigación bajo el alero del programa vino, cambio climático y biodiversidad, dirigido por Pablo Marquet y financiado inicialmente por la Iniciativa Científica Milenio y luego por el proyecto Fondo Basal de CONICYT al Instituto de Ecología y Biodiversidad, donde hubo completa conexión con los sistemas agrícolas.

Tras un fuerte trabajo en viñedos producto de mi participación en el programa mencionado, fuimos formando un equipo de investigación junto a destacados profesionales como son: Blas Lavanderos de la Universidad de Talca (especialista en control biológico de plagas); Aurora Gaxiola de la PUC colega que conocí mientras hacia su postdoctorado en Chile (especialista en temas ecosistémicos); Alexander Neaman de la PUCV (especialista en suelos y bioindicadores); y Sebastián Abades de la U. Mayor (especialista en Ecología y Sistemas Complejos).

¿Por qué eligieron esta línea de investigación conjunta?

Coincidimos en que se requiere un cambio de paradigma en Chile, considerando un marco de un desarrollo agrícola sustentable y respondiendo a una tendencia mundial que a nivel local no ha tenido mucho eco. También en la elección hubo un toque de fortuna, porque gracias a unos fondos Newton pudimos realizar un workshop con especialistas de nivel mundial en intensificación ecológica, oportunidad en que conocí a Michael Garratt con quien comenzamos una colaboración internacional.

A partir de este trabajo conjunto, Garratt nos invitó a colaborar en una postulación de un mega proyecto a los Fondos Newton, el que no fue adjudicado, pero nos sirvió de motivación para postular a este proyecto Anillo de CONICYT que denominamos: Ecological intensification: Integrating knowledge of ecosystem services to promote sustainable agriculture in Chile y que fue adjudicado por 3 años, con aportes anuales de 150 millones de pesos.

Considerando que cada vez hay menos recursos para investigar en Chile ¿Fue una sorpresa esta adjudicación?  

Por supuesto, sobre todo, considerando que cada año participan más proyectos en disciplinas muy diversas, para una cantidad de fondos que no crece en la misma relación.

¿Qué tienen considerado para la primera etapa?

Tenemos considerada la formación de capital humano avanzado y, en este proceso, ojalá contratar postdoctorados con experiencia en el tema, nacionales y/o extranjeros, que estén interesados en unirse a nuestro equipo de investigación. Afortunadamente, los recursos son muy competitivos a nivel internacional, hablamos de $450 millones por 3 años y, con ello, ir desarrollando una hoja de ruta.

Así, esperamos generar datos, publicar y desarrollar nuevos proyectos que nos permitan contribuir con el objetivo central de nuestra propuesta y que está directamente vinculado con cambiar la forma de hacer agricultura en Chile y aportar avanzando hacia una sustentabilidad agrícola global.

¿Qué es lo que quieren cambiar?

La agricultura a nivel global está en crisis y la causa tiene que ver con el desequilibrio medioambiental que existe entre los objetivos económicos y el cuidado de los ecosistemas. En el caso particular de la Región de Valparaíso, es público el cuestionamiento que se hace a distintos niveles en la sociedad, a las plantaciones de paltos en cerros y laderas, lo que es considerado por muchos especialistas, como una catástrofe ambiental sobre la biodiversidad de la zona. Nuestro proyecto Anillo busca revertir esta situación.

¿Es posible equilibrar agricultura y respeto por la biodiversidad?

El reemplazo de sistemas naturales, por una agricultura extensiva muy demandante de insumos como pesticidas, agroquímicos, fertilizantes, etc. y, además, muy desconectada del paisaje, requiere de una reconexión con el entorno.

No podemos seguir plantando frutales y poner en la zona plantada abejas para asegurar su polinización, porque los estudios han revelado que esta acción la terminan realizando una serie de insectos silvestres (moscas, mariposas, etc.) que ya habitaban la vegetación natural remanente de la zona. Dicho de otra manera, existe una falsa creencia que vincula el acto de polinizar, con las abejas que se insertaron en el medio natural.

Entonces ¿qué debería hacer el agricultor en este caso?

Un predio agrícola en armonía con el entorno, que tenga corredores biológicos, cultivos entre hileras y, ojalá, que respete la vegetación natural y, con ello, proteja la biodiversidad de la zona plantada, va a tener más insectos polinizadores y una mayor eficiencia productiva.

¿El daño causado puede revertirse?

Creo que sí, pero es necesario generar datos para la agricultura de Chile. Así, esperamos que con este proyecto vamos a obtener información que nos permitirá sentarnos y conversar con los agricultores, para demostrarles con evidencia científica que nuestra propuesta es más eficiente desde toda perspectiva.

¿Incluso desde la perspectiva económica?

En el proyecto trabajaremos en predios de grupos de empresas productivas, realizaremos talleres workshops con los gremios de agricultores y nuestra idea también es aportar a generar políticas públicas que consideren una mirada global y vinculante por parte de los ministerios de agricultura y medioambiente, situación que, en la actualidad, no ocurre. Estamos convencidos que la mejor agricultura es la pro-ambiente y, a través de este proyecto Anillo, queremos demostrarlo con evidencia científica.

En definitiva, queremos comprobar que la investigación en agricultura puede ser competitiva desde toda perspectiva, incluso la económica. En esta línea, la generación de conocimiento que busca reemplazar los sistemas tradicionales que ocupa la agricultura, por otros más sustentables, es clave para el desarrollo de los países y también aportamos a generar una ciencia socialmente relevante en nuestro país.   

Por Marcelo Vásquez, Periodista del Área Investigación PUCV