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Innovador sistema de estudiante de Bioquímica PUCV permite disminuir la carga microbiana en el proceso de vinificación

Estudiante de Licenciatura en Bioquímica del Instituto de Química de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

25.05.2019

El estudiante de Licenciatura en Bioquímica del Instituto de Química de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Manuel Gajardo González, en 2018 se adjudicó un Fondo Interno de la Dirección de Innovación y Emprendimiento (DIE) PUCV y el Concurso Valorización de la Investigación en la Universidad (VIU) de CONICYT, con su proyecto de tesis sobre un sistema que permite disminuir la carga microbiana en el proceso de vinificación, mediante el uso de nanopartículas de sílice.

Es por esto que, en el marco de una nueva convocatoria de ambos concursos, Gajardo contó su experiencia de cómo ha sido investigar e innovar desde el pregrado.

¿Cómo fue el proceso antes de la adjudicación en los concursos DIE?

Postulamos más de una vez, la primera fue cuando comenzamos con la planificación de tesis en 2016, en este minuto teníamos solamente la idea, fundamentada solo desde un punto de vista bibliográfico y técnico, pero no habíamos validado nada aún.

Sin embargo, tras esta primera postulación, aprendimos que el pitch busca más abordar una plusvalía empresarial de las ideas y no un desglose técnico-científico de la investigación, lo cual nos preparó para la segunda vez.

¿De qué trata el proyecto que están desarrollando?

El proyecto básicamente trata de diseñar una metodología alternativa de control de la carga microbiana, asociado a la industria vitivinícola, ya que es una de las principales industrias que usan microorganismos para desarrollar su producto.

Dentro del proceso de elaboración existen microorganismos que hacen la transformación beneficiosa, es decir, que convierten el zumo de uva en vino. Por otro lado, conviven en consorcio los que generan transformaciones negativas para el producto final. De estas, se desprende uno de los más característicos y graves para el vino, se le conoce como “picado” y es la formación de vinagre, subproducto con menor plusvalía económica y propiedades organolépticas muy distintas.

Es por esto, que al productor vitivinícola le interesa mantener esta carga microbiana controlada, preservando la calidad y venta del vino.

¿Qué hacen ustedes parar enfrentar este problema?

Empezamos a investigar sobre las metodologías alternativas y pudimos constatar que hay dos tipos. En primer lugar, está la que genera reacciones químicas para poder controlar la carga microbiana, es muy barata, pero altera la percepción comercial del producto, ya que es un “químico”, y la industria agrícola cada día disminuye sus usos, por requerimiento de los consumidores. Además, no posee un rendimiento alto, dejando al vino desprotegido ante la proliferación de las bacterias más resistentes y que suelen ser las más dañinas.

También están los métodos físicos, destacando la filtración de vino, es más costosa y retiene los microorganismos con un efecto colador, se suelen saturar los poros de los filtros de membrana, donde se retienen compuestos esenciales para el vino, restándole olor, color, sabor y textura.

Es por esto, que diseñamos una metodología accesible para el productor que no involucre reacciones químicas y que sea más bien un controlador físico. Es aquí, cuando nos introdujimos al mundo de la nanotecnología, por lo que diseñamos un polvo que se arroja al vino y precipita los microorganismos, permitiendo descartar el material biológico sin automatización y gasto de energía. Reduciendo el daño ocasionado por la filtración en un 80%.

La idea anterior es la que postulamos por segunda vez en 2018 a los concursos DIE en la categoría Tesis Innovadoras y nos adjudicamos el fondo y, posterior a eso también nos fue bien en los VIU quedando seleccionados para ejecutar la primera etapa de este proyecto.

¿Cómo fue el proceso de pasar de un Concurso Interno DIE a un VIU de CONICYT?

Creo que como científicos tenemos una deuda con la industria, porque muchos no conocen lo que hacemos y no hay nada de lo que uno ve día a día que no esté relacionado con la ciencia. Lo anterior, creo que fue la principal motivación para elevar el proyecto a un FONDEF VIU, ya que considero que el conocimiento debe salir, difundirse y ser aprovechado por la sociedad.

Esta primera etapa del VIU, te da un financiamiento para poder hacer un estudio de negocio, que nos ha servido mucho como conocimiento propio de la formación de una empresa y puesta en marcha de la comercialización de un producto. Existen muchísimas ideas buenas, y que fallan solo en su estructura de negocio.

¿Crees que el haber postulado a los Concursos DIE ayudó en la adjudicación de los VIU?

Absolutamente, me permitió adquirir nociones del formato de postulación, donde alguien del mundo de las ciencias como yo, no conocía. Ciertos conceptos de emprendimiento principalmente. El formato de los concursos DIE está muy bien hecho, siento que es lo que necesita saber una persona que va a financiar tu proyecto en una etapa inicial.

Considero a la DIE como un trampolín, es un espacio donde te enteras e insertas en este mundo a pequeña escala y que permite dar el salto a otros tipos de financiamiento.

¿Con quién has trabajado en la tesis?

Desde que comencé con la idea de la tesis, he trabajado con el profesor Luis Aguilar Cavallo, quien es doctor en ciencias del Instituto de Química y, además, tiene otras investigaciones relacionadas con el área vitivinícola.

El apoyo del profesor Aguilar ha sido fundamental, ya que él lleva tiempo trabajando en esta área, lo que nos ha permitido establecer una base técnica concreta, además de su experiencia en levantamiento de fondos.

¿Con qué empresas han tenido contacto?

Nuestro primer acercamiento con empresas fue a través de un contacto que establecimos con la Viña Los Perales, ellos no tuvieron ningún problema en entregarnos los productos para trabajar en nuestro proyecto.

Posteriormente, en la etapa I del VIU, tuvimos conversaciones con Viña San Pedro, que es una de las más importantes de Chile y tiene grandes instalaciones para poder hacer investigación. Ellos quedaron muy entusiasmados en trabajar con esta idea y, no tienen problema en que realicemos pruebas con sus vinos.

También, hemos conversado con la Viña Orgánica Casa Silva, quienes tienen otra percepción comercial y procesos, los cuales podrían ayudarnos a otorgarle identidad a la empresa.

Por otro lado, está también el contacto con la empresa VA Filtration, que es una empresa Sudamericana que tiene sucursal en Chile y uno de sus gerentes es Juan Pablo Cintolesi, que ha sido coach en distintos proyectos de innovación científica en el área enológica. Cuando nos reunimos vimos que le encantó la idea, y nos dio su apoyo en lo que necesitáramos para escalar nuestra investigación y comercializar la idea.

¿Qué piensas del apoyo que le da la Universidad a este tipo de proyectos?

Considero que el apoyo de la PUCV, a través de la Dirección de Innovación y Emprendimiento es serio y necesario para concretar la idea. Es la mejor forma de poder hacer empresa desde el aula, puesto que hay un ecosistema de personas preparadas para apoyarnos.

En un principio, tenía muchas dudas de cómo podíamos patentar esta innovación, y por medio de la Oficina de Transferencia y Licenciamiento aprendimos esto, que era totalmente desconocido en nuestro quehacer. También me sentí muy apoyado por la DIE, donde la coordinadora Diana Orozco nos apoyó con todo lo que estaba a su alcance para la ejecución de nuestro proyecto.

Y así como muchas otras instancias nos han dado el ánimo de seguir avanzando y no decaer en el transcurso y desarrollo del proyecto.