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Sus Maestros

"Para mí estas personas son trascendentes, son mis maestras y maestros porque me han enseñado a valorar y agradecer lo que la vida me ha dado"
(Margot Loyola. 2006)

Margot Loyola contaba que su madre cantaba, tocaba piano y guitarra como algo propio de la familia, donde todos eran aficionados a la música. Pero también por el lado del padre tiene la música en las venas, según sus palabras: "Los galleros más importantes de la zona de Putú eran los Loyola. Tres generaciones de galleros y cantoras. Yo creo que de ahí viene mi amor por las cosas de la tierra" (Ruiz 1995).

Las primeras clases formales de danza las tuvo con Cristina Ventura, donde creaba sus propias coreografías. Aprendió bailes de salón con Australia Acuña. Realizó estudios de Piano en el Conservatorio Nacional de Música con Rosita Renard y Elisa Gayán, y de canto lírico con Blanca Hauser, una de las grandes intérpretes de ópera wagneriana en América Latina, entre 1943-63.

En 1952 estudió con Porfirio Vásquez -el patriarca de la música negra- la resbalosa y marinera en Perú para establecer comparaciones con la refalosa y la cueca chilena. Su incansable búsqueda del conocimiento la lleva a estudiar con personalidades destacadas como José María Arguedas con quien estudió la cultura indígena del Perú, Carlos Isamitt, Oreste Plath, Eugenio Pereira Salas, Malucha Solari, Pablo Garrido y Luis Advis, en Chile. Lauro Ayestarán y Marita Fornaro en Uruguay. Ercilia Moreno Chá, Antonio Barceló y Carlos Vega en Argentina.

Entre 1956 y 1957 viaja a Francia y luego a España, donde estudia el género del cuplé con la cantante andaluza Pastora Imperio. En 1972 estudia en Lima, Perú, los orígenes del cachimbo, la marinera y la zamacueca con Rosa Alarcón y Nicomedes Santa Cruz.

Pero Margot Loyola fue además una discípula de sus informantes, que son, en realidad, sus Maestros. Comenta la Dra. Carolina Robertson, que "la Maestra siempre reconoció al maestro en la persona que tiene en frente. En una postura de humildad y entrega al aprendizaje" (Robertson 2006). Los cultores, que en algún momento de su vida le enseñaron una danza, una cueca, un refrán, una historia; fueron para la Maestra "una enciclopedia abierta a los cuatro vientos, donde uno puede encontrar los más escondidos antecedentes históricos de la región y la vida y costumbres de sus moradores" (Loyola 1994).

En palabras de la propia Margot:

"Tengo los mejores recuerdos de mis maestros. Fui afortunada, muy pocas veces encontré rudeza ó incomprensión. Todos me dejaron grandes lecciones que he puesto en práctica en mis alumnos:

En la Escuela 21 de Santiago, la Srta. Eudocia, me llevaba a la peluquería para que me hicieran rulitos preparándome para las presentaciones escolares que se realizaban en el Teatro O'Higgins, donde ella me asignaba los mejores papeles.

En la Normal N° 2 mi profesora de Coro la Srta. Laura Reyes me invitaba a tomar tecito y me permitía cortar una flor de su jardín, pero, ¡ay! de mí si no le respondía cantando notas agudas ajenas a mi tesitura, entonces me gritaba ¡reviéntate diablo!.

Florita Guerra, de personalidad carismática, fue gran maestra de piano. En cada clase me ponía nota, comencé con un dos y después de dos años subí a seis. Me presento a examen del primer ciclo al Conservatorio Nacional de Música donde obtuve 45 puntos sobre 50, evaluándome Rosita Renard.

Oreste Plath me orientó en metodología de la enseñanza de la cueca.

María Ester Grebe Analizó muy generosamente los trozos musicales aparecidos en mi trabajo "Bailes de Tierra en Chile" (1980), permitiéndome observar y captar su sistema de análisis musical.

En Argentina, Carlos Vega se emocionó con mi canto, me obsequio versiones de melodías tradicionales de su archivo personal y me orientó en la interpretación de cantos de su país.

Antonio Barceló, fundador y director de la Escuela Nacional de Danzas Folklórica de Argentina, me enseñó su sistema de anotación de pasos y coreografía de la danza.

En Perú José María Arguedas me hizo ascender a los ríos profundos de las etnias de América y sentir en el sonido de la quena el alma desgarrada del Indio.

En Uruguay, Lauro Ayestaran me llevó al conocimiento del sistema de trasplantación adopción y adaptación, en el complejo mundo del folklore.

Pablo Garrido, terco y distante en los primeros años, fue sediento en su antipatía hacia mi persona, lentamente. En 1979 después de su retorno a Chile desde México me permite asistir a sus clases y las distancias van acortando. Poco antes de morir me hace entrega de trabajos inéditos, que daré a conocer a su debido tiempo. Me dedica dos o tres canciones que practicamos juntos uniendo nuestros afectos. En clases sistemáticas me entrega su pensamiento acerca de la Ciencia del Folklore y Antropología Social pero mis maestros de siempre, que guiaron mis trancos hasta los momentos de su muerte fueron Don Carlos Isamit Premio Nacional de Arte, mención en Música, y Blanca Hauser la gran cantante wagneriana.

Hoy consulto a Ercilia Moreno, Musicóloga argentina con quien mantenemos fluida correspondencia y esporádicas sesiones de estudios, a Cristina Álvarez colaboradora en la dirección de Tesis de Grado en la (U.C.V.) y al joven musicólogo Agustín Ruiz Zamora nuestro más brillante discípulo en la Escuela de Música U.C.V."