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Opinión: "Tiempo de celebración: Jubileo por la Tierra"

Compartimos columna de opinión de la Dra. Ana Formoso (mcr), académica de la Facultad Eclesiástica de Teología de la PUCV, publicada el 24 de septiembre de 2020 en el diario El Mercurio de Valparaíso

Estamos conmemorando cinco años de la Encíclica Laudato Si´, y a pedido del Papa Francisco se están realizando diferentes eventos de reflexión y de acción para el cuidado de la Casa Común: Nuestro planeta.

El “Jubileo de la Tierra” es el tema elegido para el Tiempo de la Creación 2020, una celebración anual de reflexión y acción por el medio ambiente que comenzó el 1 de septiembre, con la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, y que finaliza el 4 de octubre, día de san Francisco de Asís.

En la encíclica Laudato Si´ el Papa Francisco escucha el clamor de la Madre Tierra, en un contexto donde los desafíos sociales y ambientales son de suma urgencia.

Hay algunas actitudes fundamentales para leer el texto de la Laudato Si´, dos de ellas se presentan en el Capítulo IV: Una Ecología Integral, documento que se vincula con “la realidad de escucha” y “la realidad del diálogo, de la interconexión”. El Papa tiene una actitud dialogante, no lo sabe todo, pregunta, escucha, consulta, y pide la colaboración de todos para poder abordar los desafíos actuales que tenemos. Este trabajo implica incluir a investigadores, activistas, personas que realizan el aseo, niños, jóvenes, políticos, etc. No se puede pensar en una comisión solamente de especialistas que van a solucionar los problemas socioambientales; la Casa Común requiere sentarnos a la mesa de la reflexión y de la acción para poder dar un paso más en la perspectiva de la vida recíproca, interconectada. No es un tema de moda, es una realidad que clama por cuidado y  liberación. 

Se requiere de una conversión ecológica profunda: necesitamos sacarnos los zapatos y descubrir la belleza de lo sencillo, lo cercano, de la amabilidad, y la conciencia lúcida para educarnos en un estilo de vida diferente. Aquí la espiritualidad, la teología, juegan un papel fundamental, damos continuidad a la teología de la prosperidad, del dominio, o nos descalzamos a tocar, curar los problemas socioambientales.

En una nueva Ecología Humana cómo se piensan las relaciones de violencia, de muerte, de opresión, de dominio en todos los sentidos de la vida. Hay que hablar de las relaciones violentas en los vínculos familiares, laborales, etc. 

Son paradigmas diferentes y se requiere discernimiento, lucidez, porque la propuesta de la productividad, de lo rápido, sesga la mirada, y se pierde el sabor de la contemplación, de la acción solidaria con toda la creación. Nos movemos muchas veces en espacios de desconfianza, de competencia, de números, de títulos y se deja de lado el llamado a una Ecología Integral que es donde podemos ir reencontrando la sabiduría de la vida, de las interconexiones.  

Otras actitudes presentadas en este texto son la de labrar, cuidar y no de dominar. La importancia del capítulo II de esta encíclica es fundamental, muchas veces se interpretó en el relato de la creación que el ser humano tiene que ser el que domina. En este sentido el texto hace una autocrítica a esta interpretación bíblica que tiene consecuencias pastorales, teológicas para nuestra vida común. La invitación es comprender que en la creación Dios nos convida a ser aquellos que labramos y cuidamos la tierra y no la dominamos. No es este el espacio para hacer un análisis profundo de esta autocrítica, pero considero fundamental no pasar por alto este capítulo para comprender el texto en su conjunto, y entrar en la dinámica de una conversión integral.

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