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Columna de Opinión: "La importancia de la ecología en la vida cotidiana"

Estamos conmemorando cinco años de la Encíclica Laudato Si´, y a pedido del Papa Francisco se están realizando diferentes eventos de reflexión y de acción para el cuidado de la Casa Común. La Dra. Ana Formoso, mcr (Misionera de Cristo Resucitado), académica de la Facultad Eclesiástica de Teología de la PUCV, ha sido convidada a contribuir en un Curso Internacional de Medio Ambiente, promovido por la Universidad Católica de Perú, Trujillo. El curso es gratuito, y cuenta con el apoyo de varias universidades, entre ellas la PUCV. Así fue anunciado en su lanzamiento el 1 de septiembre. El curso estará abierto hasta el 4 de octubre de 2020, fecha de la fiesta de San Francisco de Asís. En el marco de estos acontecimientos compartimos la columna de opinión titulada "La importancia de la Ecología en la Vida Cotidiana" que se desarrolla en el capítulo IV de la Encíclica.

11.09.2020

En la encíclica Laudato Si´ el Papa Francisco escucha el clamor de la Madre Tierra, en un contexto donde los desafíos sociales y ambientales son de suma urgencia. Así como en el Antiguo Testamento existieron los gritos del pueblo de Israel y se rebelaron delante de las esclavitudes, y Dios se manifestó a través de las mediaciones de Moisés, Aarón y Míriam, tenemos hoy urgencias socioambientales que requieren de mediaciones. Este fue el clamor que el Papa Francisco escuchó y no lo dejó pasar, se dejó afectar por los gritos de la Casa Común. 

Hay algunas actitudes que son fundamentales para leer el texto de la Laudato Si´, dos de ellas se presentan en el Capítulo IV: Una Ecología Integral, y se vincula con “la realidad de escucha” y “la realidad del diálogo, de la interconexión”. El Papa tiene una actitud dialogante, no lo sabe todo, es humilde, pregunta, escucha, consulta, y pide la colaboración de todos/as para poder abordar los desafíos actuales que tenemos. Este trabajo implica incluir a investigadores, activistas, personas que realizan el aseo, niños/as, jóvenes, personas dedicadas a las políticas públicas, etc. No se puede pensar en una comisión solamente de especialistas que van a solucionar los problemas socioambientales; la casa común requiere sentarnos a la mesa de la reflexión y de la acción para poder dar un paso más en la perspectiva de la vida recíproca, vincular, interconectada. La crisis no es sólo social o ambiental, la crisis es socioambiental y esto trae consecuencias en la postura de vida, de visión religiosa y pública. No es un tema de moda, es una realidad que clama por cuidado y  liberación.  

Se requiere de una conversión ecológica: necesitamos sacarnos los zapatos y descubrir la belleza de lo sencillo, lo cercano, de la amabilidad, y la conciencia lúcida para educarnos en un estilo de vida diferente. Aquí la espiritualidad, la teología, juegan un papel fundamental, damos continuidad a la teología de la prosperidad, del dominio, o nos descalzamos a tocar, curar las cruces socio ambientales… En una nueva Ecología Humana cómo se piensan las relaciones de violencia, de muerte, de opresión, de dominio en todos los sentidos de la vida. Hay que hablar de las relaciones violentas en los vínculos familiares, laborales, etc.  

Son paradigmas diferentes y se requiere discernimiento, lucidez, porque la propuesta de la productividad, de lo rápido, sesga la mirada, y se pierde el sabor de la contemplación, de la acción solidaria con toda la creación. El poder agradecer, alabar, nace de un espacio contemplativo y de confianza. Nos movemos muchas veces en espacios de desconfianza, de competencia, de números, de títulos y se deja de lado el llamado a una Ecología Integral que es donde podemos ir reencontrando la sabiduría de la vida, de las interconexiones.   

Otras actitudes presentadas en este texto son la de labrar, cuidar y no de dominar. La importancia del capítulo II es fundamental, muchas veces se interpretó en el relato de la creación que el ser humano tiene que ser el que domina. En este sentido el texto hace una autocrítica a esta interpretación bíblica que tiene consecuencias pastorales, teológicas para nuestra vida común. La invitación es comprender que en la creación Dios nos convida a ser aquellos/as que labramos y cuidamos la tierra y no la dominamos. No es este el espacio para hacer un análisis profundo de esta autocrítica, pero considero fundamental no pasar por alto el capítulo II para comprender el texto en su conjunto, y entrar en la dinámica de una conversión integral. 

En el capítulo II se destaca la relevancia de poder labrar y cuidar el jardín del mundo. Labrar significa cultivar, arar o trabajar. Cuidar significa proteger, custodiar, preservar, guardar y vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad que cuestiona ciertos paradigmas de dominación.

Otra actitud es la humildad, no caminamos solas/os sino que buscamos a otras personas que puedan colaborar en este desafío que tenemos.

El cuidado de la Casa Común es un desafío transversal que requiere una espiritualidad educativa que pasa por todas las dimensiones de la vida, por eso es importante la reflexión y la acción en conjunto. En los próximos meses estaremos preparando el encuentro de la responsabilidad social y la economía de Francisco, otro clamor que debemos escuchar, una vida social y económica más justa y solidaria. 

Ojalá que el grito del espíritu que gime en la Creación crucificada sea escuchado por los cristianos/as, (Rom 8,22). Es un desafío educativo, teológico, pastoral, y un compromiso público que tenemos con nuestra Madre Tierra.  La pandemia es un grito de la Tierra, y en la postura de la fragilidad hay un tesoro de interrelaciones, de conexiones que aún no descubrimos. El gemido de la Tierra es el grito que nos cuestiona, y que nos mueve a un estilo de vida de más amor y justicia. ¡Un desafío la Ecología Íntegra de la Laudato Si!