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La historia de esfuerzo de la ingeniera comercial Felisa Peña Rojas, mejor titulada de su generación.

Esta joven sampedrina, a sus 25 años, ha pasado por distintos desafíos para lograr ser la mejor titulada de su generación y abrirse paso en el competitivo mundo laboral.

28.07.2017

Felisa Peña Rojas es el fiel reflejo de que los sueños pueden convertirse en realidad. Viniendo del pueblo de San Pedro, cerca de Quillota, a punta de esfuerzo, consiguió la meta que se propuso desde pequeña, llegar a la universidad. “Cuando entré a Ingeniería Comercial, mencionaron que, creo, sólo el 10% de los que entraban, provenían de colegios municipales y yo soy de ese porcentaje”, comentó. En esta entrevista, nos habló sobre sus motivaciones, las dificultades de surgir desde el sector rural y su proyección en un mediano y largo plazo. 

¿Cómo fue tu camino para llegar a Ingeniería Comercial? 

Fue un camino difícil, no fue fácil llegar acá. Partiendo por el entorno donde yo me crié, ya que no era común que la gente fuera a la universidad. Entonces, por parte de mis padres, tampoco estaba como un objetivo, para ellos, y estimaban que lo máximo a lo que  podía aspirar, sin desmerecer el cargo, era ser cajera de supermercado, por ejemplo. Eso era lo máximo que podían esperar para su hija. 

Entonces, ¿cómo logras la motivación para llegar a la Educación Superior?

Mis profesores me motivaron desde pequeña. Yo estudié en colegios rurales también, donde había una alta tasa de deserción en Octavo Básico, debido a que se iban a trabajar al campo, a la agricultura. 

Además, en San Pedro no hay liceos, por lo que había que salir a la ciudad. Eso igual era un paso importante, porque significaba viajar sola, con 13 años, más lejos. Ahí también estudié en un Liceo Comercial, porque mis papás tenían la idea que con Cuarto Medio, ya tendría una carrera y podría trabajar al tiro. Pero estando allá, no era bien visto estudiar en la universidad. Como era comercial, todos tenían que enfocarse en sacar su carrera técnica y salir a trabajar. 

El último año fue bien complejo, porque entre el preuniversitario y sacar mi carrera en el liceo, demandaba mucho tiempo. Asimismo, en el liceo no me enseñaron todo lo que venía en la PSU y aún así, cuando di la prueba ese año, no tenía mucha fe en que iba a quedar al tiro. Pensé que sería sólo un entrenamiento, para luego, al año siguiente, dedicarme sólo a un preuniversitario, pero me sorprendió que quedara y saqué 650 puntos ponderados, que era muy bueno para lo que yo estaba haciendo. En los primero simulacros, daba como 300 puntos. 

¿Y cómo conseguiste ir a un preuniversitario? 

Fui becada por las notas que traía en la Enseñanza Media, que también me permitió tener la Beca Presidente de la República. Siempre fui becada por las notas y eso era lo que me ayudaba a poder seguir estudiando. Y fue lo mismo que me permitió llegar a la universidad. 

¿Gracias a quién postulaste a las becas que mencionas? 

Primero, la idea era de los profesores, ya que veían mis notas y me decían que podía postular a esas becas. Luego, la que realizó todos esos trámites fue mi mamá, que me apoyó mucho en hacer todos los trámites, que son muy largos. Afortunadamente, no tuve problemas para obtener la beca Presidente de la República, pero hubo muchos compañeros que no, y debían postular año tras año hasta quedar. 

Mi mamá me apoyó mucho en la etapa escolar, ya que tanto ella como mi papá, no terminaron la Enseñanza Básica. Entonces, para ellos era todo nuevo, por lo que me podían apoyar sólo en el tema de los trámites, pero hasta la escolaridad. Después, todo lo tenía que ver yo. 

¿Por qué elegiste esta carrera y esta universidad? 

Primero, porque estudié Contabilidad en el liceo comercial, pero no quería desarrollarme específicamente como Contador Auditor, sino que quería abarcar otras áreas. Entonces, la carrera que me permitía hacer eso era Ingeniería Comercial, para tener una mirada global y considerando mis características personales, calzaba en el perfil. 

Igualmente, los test que hacen en los preuniversitarios para saber dónde uno se orienta, arrojaban el mismo resultado, así que lo confirmé y solamente postulé a Ingeniería Comercial, no tenía pensado estudiar otra carrera. 

¿Por qué elegiste esta escuela? 

Fue difícil también. Estaba entre dos opciones. En otra casa de estudios había quedado por un cupo especial para el primero de la lista de espera de puntajes, pero lo conversé con mis profesores del colegio y ellos me dijeron que lo mejor era la PUCV, que en el área de Ingeniería Comercial, era la que tenía más prestigio y donde yo iba a aprender más sobre una enseñanza más integral, no tan matemática,  sino que incluyendo la parte humana. Por eso la escogí. 

¿Cómo calificarías tu paso por la Escuela de Negocios y Economía PUCV? 

Increíble. Yo creo que ha sido la mejor experiencia de mi vida. A mi corta edad, puedo decir que estoy completamente satisfecha. 

Fue mucho mejor de lo que uno espera, porque cuando uno habla de universidad, mucha gente lo ve como algo tan lejano. Entonces, al llegar acá me imaginé que iba a estar totalmente sola y fue todo lo contrario. Encontré mucho apoyo en los profesores y no sólo a nivel académico, sino en lo personal también y eso no se ve siempre. O sea, uno conversa con sus pares de otras carreras o de otras universidades y no es así, con suerte saludan a los profesores, pero acá no, hay una relación muy cercana. 

Pasando a otro tema, ¿cómo lo hiciste para estudiar acá? 

No vivía en Valparaíso, tenía que viajar todos los días. Igual era difícil, yo creo que ese fue el mayor esfuerzo que hice. Como vivo en el campo, primero, acá todos me conocían, hasta los profesores, por mi historia de la bicicleta. Siempre tenía que salir a la carretera en bicicleta, independiente de si llevaba libros para estudiar, computador, día de lluvia o no. Me conseguía en el mismo pueblo, en una casa que estaba ubicada cerca de la carretera, que ahí  ellos me cuidaran la bicicleta durante el día. Entonces, yo la pasaba a dejar en las mañanas, en ese negocio pequeño, para después tomar una micro que me llevara a Limache y de ahí tomar el metro a Valparaíso. Lo mismo era para la vuelta. Eso fue complicado, por el frío o como en Primer Año, que entraba a las ocho a.m. casi todos los días y después tenía ventanas como de seis horas, y por todo el trayecto a mi casa, me cansaba mucho, entonces, prefería quedarme acá en la biblioteca o en la cafetería haciendo la hora. A veces, en las tardes teníamos pruebas hasta las 9 de la noche y ahí tenía que hablar con los profesores, para que por favor me dejaran salir antes, porque si no, no alcanzaba a tomar la bicicleta y al día siguiente no iba a poder venir. Fue difícil estar acá, pero el esfuerzo valió totalmente la pena.

Por ejemplo, el viernes 14 de julio, que fue cuando recibí el diploma, tener el honor de dar el discurso y contar, a grandes rasgos, lo que fue para mí, pero pensando en una visión más general, porque el discurso los representa a todos. Sin embargo, fue un honor para mí estar ahí, es la felicidad máxima que podría haber alcanzado. 

¿Qué opinan tus padres respecto de este logro? 

Están súper orgullosos, a pesar de que al principio no me apoyaban mucho. O sea, cuando yo les señalé que quería ir a la universidad, estaban asustados y me aconsejaban que me quedara con Cuarto Medio, ya que como ellos lo veían, pensaban que podía ser feliz así. Sin embargo, ahora que ven mi título, están completamente orgullosos. 

¿En qué estás en la actualidad? 

Me costó bastante encontrar trabajo. Hace cuatro meses aproximadamente, que estaba viajando entre dos trabajos part-time, en la Municipalidad de Quillota, en un programa de jóvenes profesionales, para darles experiencia, porque está muy difícil el campo laboral. Trabajaba en las mañanas y a la hora de almuerzo, tomaba el metro, comía algo rápido y llegaba a trabajar a la Incubadora de Negocios Chrysalis, de la PUCV, como apoyo administrativo. En ninguno estaba en lo que yo estudié, pero en ambos me daban la oportunidad de ir a entrevistas y postular a trabajos en mi área. 

En ese tiempo, pasé por momentos de crisis. Pensaba en todo lo que me esforcé en la universidad, para seguir tantos meses en lo mismo, sin encontrar trabajo. Entonces, veía que no estaban brotando los frutos de los que todo el mundo habla y, como soy ansiosa, me costó llevar esos ocho meses buscando algo fijo. 

Afortunadamente, hace muy poco me llamaron de un proceso al que estaba postulando, para decirme que quedé. 

Ahora que ya tienes trabajo estable, ¿cómo te proyectas? 

No sé. Aún no lo tengo muy claro, porque estoy disfrutando del momento, de la felicidad, pero lo que más anhelaba era tener un trabajo estable donde poder desarrollarme. Tratar de aportar lo máximo en los proyectos que me asignen. 

Y de aquí a cinco años… Tal vez mis sueños, no lo son para muchos, o no son tan increíbles, pero valoro mucho la calidad de vida, quedarme acá en la región, poder retribuir un poco a mis padres, porque, a pesar de que no estuvieron muy de acuerdo con que estudiara en la universidad, sí terminaron apoyándome mucho, una vez que ya lo asumieron. Así que quiero que las recompensas que yo tenga, las puedan disfrutar ellos también. 

¿Algún proyecto a mediano plazo? 

Luego de establecerme en el trabajo, quisiera especializarme en idiomas, que es un tema pendiente, un pequeño sueño, que por falta de recursos no había podido concretar. Así que ahora, está la motivación de ir cumpliendo esas pequeñas metas. 

¿Qué área de la Ingeniería Comercial es tu especialidad? 

Estoy entre Finanzas y Control de Gestión. Me costó bastante decidir y quizás va a sonar autorreferente, pero cuando a uno le va bien en la universidad, muchas veces no encuentra el camino, porque como no te va mal en ningún área, todas te gustan. No obstante, al ir finalizando la carrera, descubrí que quería algo más general, como Control de Gestión, que permite una mirada más amplia. Finanzas, también, porque realicé mi memoria en esta área. 

Cindy García Aros

Escuela de Negocios y Economía