Lorena Carvajal Arenas

Profesora de derecho comercial

PUCV

El Evangelio nos presenta la historia de Isabel, quien en edad avanzada fue bendecida abundantemente por el Señor, a través de la concepción y nacimiento de su hijo, Juan.

La Biblia no relata en detalle el papel de Isabel en la vida de su hijo. Sin embargo, claramente, su misión trascendió a la simple procreación. Ella fue una discípula importante en la historia de la salvación, quien permitió que la luz de Dios iluminara una nueva alma y, a través de ella, comenzara a instaurarse el Reino de Dios.

Las mujeres han debido abrirse espacios y esa experiencia le sirve para empatizar con humildad y sinceridad con aquél que lucha cada día por progresar (no solo por sobrevivir). Así, la fuerza espiritual que la mujer transmite es testimonial…y Dios lo aprecia, pues hace nacer de María, una joven mujer galilea, a su Hijo, la salvación de los hombres.

Considerando las maravillosas historias de maternidad de María e Isabel, relatadas en el Evangelio, creo que la misión de anunciar también existe para la mujer que no tiene hijos. La mujer de todas maneras emerge, por su naturaleza, con un liderazgo espiritual que trasciende su historia particular.

En las nuevas oportunidades de perfeccionamiento académico y en la vida laboral la mujer actual encuentra más ocasiones para ejercer ese liderazgo como Jesús mismo lo hizo: viviendo en medio de nosotros.