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La Ciencia de Sherlock Holmes

Johann Benfeld Escobar

Profesor de Teoría y Filosofía del Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

No soy un gran entusiasta de las novelas policiales o de detectives; por lo mismo, mi conocimiento sobre el género es bastante limitado y nombres como los de Sherlock Holmes, Chevalier Auguste Dupin, Hércules Poirot o, en nuestro medio, el de Cayetano Brulé sólo me son familiares por su relevancia en nuestra cultura popular.

Puede parecer extraño, entonces, que dedique este espacio a comentar y recomendar un libro que lleva por título “La Ciencia de Sherlock Holmes” (el nombre de la obra en inglés es un tanto más largo: The Scientific Sherlock Holmes: Cracking the Case with Science and Forensics). Sin embargo, este pequeño libro de James O’Brian no es precisamente un texto sobre las novelas de detectives sino uno acerca la importancia de la ciencia en general y de la química en particular en los éxitos y fracasos del famoso personaje de Conan Doyle.

Eso sí, lejos de ser una tediosa exposición de los métodos inferenciales deductivo, inductivo y abductivo, y de las metodologías propias de la investigación científica, el libro de O’Brian gira en torno a la figura del famoso detective inglés y a los personajes y circunstancias de su mundo. Así, casi al inicio del texto nos hacemos una imagen del Londres de fines del XIX y de sus personajes (entre ellos destacan los Baker Street Irregulars, que en parte definen el paisaje urbano de la época). El dr. Watson (fiel ayudante y compañero de Holmes); Maycroft (el aún más inteligente hermano de Sherlock); la señora Hudson (la cómplice ama de casa que, al parecer, terminará acompañando al detective en su retiro); los inspectores Lestrade y Gregson (los siempre torpes agentes de Scotland Yard), y claro, el archienemigo de la saga: el dr. Moriarti, comprometido en igual medida con el mal y la ciencia (en su caso el estudio de las matemáticas y los asteroides).

La descripción del entorno urbano y humano que rodea a Holmes funciona como telón de fondo para desplegar un conjunto de ideas centrales que O’Brian desarrolla a lo largo de su texto. Entre ellas destaca, por sobre todas, la importancia del método y los conocimientos científicos en el éxito del trabajo de Holmes.  

El método: como científico avezado, O’Brian realiza una acuciosa investigación dentro del canon Holmes (ahora me entero que existe una casi inabarcable bibliografía dedicada al tema: ensayos, estudio e incluso enciclopedias). A partir del canon aísla los elementos que sirven para sostener la tesis central (remisión a los métodos y artilugios científicos), para luego comprobar, mediante los aciertos del detective, que la tesis es correcta: Holmes fue más grande y profundo en la medida en que su método de trabajo se mantuvo próximo al de las ciencias particulares. Claro, para llegar a esta conclusión, O’Brian revisa acuciosamente el canon Holmes (la ordenación de los textos originales), a partir de allí su análisis se despliega en dos direcciones. Una lo conduce a determinar las influencias del autor en la construcción del personaje (aquí la figura de Poe en la literatura y las de Joseph Bell y Henry Litlejohn en medicina, son relevantes); la otra a verificar la exactitud de las afirmaciones científicas de Holmes y su importancia para la resolución de los casos propuestos por Doyle. Hecho lo anterior, O’Brian no se detiene y muestra ahora, por una parte, el contexto científico de principios del siglo XX, del cual se nutre Holmes y, por otra, las implicancias actuales del método en materia forense, con una selección de casos reales, casi tan asombrosos como los que investigó el célebre detective.

Pero el libro de O’Brian no sólo es una lección de cómo realizar una investigación sino también una invitación. Una que nos interpela a estar más atentos y conscientes a fin de poder inferir de manera correcta de las circunstancias que nos rodean..., a veces las palabras sobran cuando los hechos hablan. También es una invitación a ingresar a un universo literario: el mundo de Holmes con sus afanes propios, éxitos y fracasos. Y claro, luego de leer el libro resulta difícil (esta es una confesión culpable) no dedicarle algún tiempo al propio Sherlock Holmes y sus aventuras.  

La Ciencia de Sherlock Holmes

James O’Brian