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Conmemoración para un 8 de marzo: mujeres, perspectiva de género y educación superior.

07.03.2023

Por: Emma Echeverría, psicóloga Comisión CAHVDA

“Adherir al 8 de marzo es empezar por un día. Es empezar a observar y mirarnos hacia adentro; hacia lo que somos, hacia lo que proyectamos. Es mirar nuestro propio rincón e insertarlo en el mundo; es mirar y comprender los significados de nuestro propio quehacer duplicado por la fábrica y por la casa; es ejercer nuestros derechos y nuestras obligaciones a estar realmente en el mundo de la política, de la creación de las organizaciones, en la humanización del poder, en la construcción de proyectos sociales”. 

Julieta Kirkwood. El OCHO de Marzo (1987).


Desde gran parte de los movimientos de mujeres y feminismos, el Día Internacional de la Mujer es vivido a través de diversas expresiones que se hacen presentes y se actualizan en el ejercicio reflexivo, creativo y por sobre todo, en el encuentro colectivo. Tal como nos expresa Kirkwood, el 8 de marzo es una posibilidad de pensarnos como sujetas políticas en el mundo. Y este ejercicio político está estrechamente relacionado con nuestros sentimientos, propósitos y anhelos de una vida en sociedad basada en el respeto, la dignidad y la justicia. Por otra parte, el 8 de marzo es una invitación a hacer memoria del camino de lucha recorrido por nuestras antecesoras en la reivindicación de los derechos de las mujeres, dando luces del trayecto que podemos trazar desde nuestros espacios de colaboración entre mujeres y con la comunidad.

Refiriéndonos en esta oportunidad particularmente a la situación de las mujeres con la educación, podemos decir que poco más de un siglo ha pasado desde que las primeras amparadas por el Decreto Amunátegui de 1877, comenzaron su camino hacia una educación secundaria y superior. Si bien desde el comienzo se ha perpetuado el estereotipo de que las mujeres que deciden y tienen la oportunidad de continuar sus estudios deberían profesionalizarse en ámbitos ligados al cuidado, la educación y la asistencia, en la actualidad podemos considerar que uno de los esfuerzos más patentes que ha integrado el trabajo con perspectiva de género en el ámbito de la educación superior es el propiciar espacios respetuosos y exentos de prejuicios y estereotipos para las personas que desean desarrollarse desde cualquier ámbito profesional. 

A partir de las perspectivas entregadas por feminismos interseccionales, reconocemos que es imposible referirnos a “la mujer” como una idea predeterminada y estable, así como analizar la problemática del género sin considerar otras experiencias como clase, raza, características culturales de la época y los roles que son asumidos o cuestionados desde estos lugares. En contextos como el universitario tampoco podemos pensar a las mujeres como un grupo homogéneo, no obstante, son varias las generaciones de funcionarias, catedráticas, científicas, estudiantes, madres, hijas y amigas que confluyen, se organizan y trabajan por mejores oportunidades y condiciones laborales. Su contribución a identificar y problematizar los obstáculos que se presentan desde las desigualdades estructurales, permiten hacer un llamado a otras instituciones como la familia, la universidad y el Estado, como actores responsables y claves para el cambio.

En un día como hoy, es necesario recordar que una de las luces que guía nuestra práctica es la contribución a reducir brechas y limitaciones impuestas por la cultura y alentar a las mujeres a construir convicciones y decidir respecto a sus propias vidas. Agradecemos a todas las jóvenes, hijas, madres, docentes, trabajadoras y profesionales PUCV que han sido referentes ayudando a otras mujeres a abrirse hacia nuevos caminos.